Más “juegos” infantiles:
La alpargata: Una suela de goma de la clásica alpargata azul encontrada en cualquier lugar, nos servía para que uno la lanzase contra otros con bestial interés en que diera lo más fuerte posible. Otra variante era con una correa anudada o con la tapa de un tacón.
El burro: Un jugador sentado en un poyo aguantaba entre sus piernas a un grupo puesto en fila (en una posición un tanto porno ) y a otro grupo le tocaba saltar, claro que se ponía a los que mas saltaban a hacerlo primero. Si los “burros” aguantaban, se cantaba el siguiente sonsonete: ¿Qué es cazuelita o cazolón, tijeritas o punzón?, señalando con la mano el signo. Normalmente no aguantaban el peso, pero si lo hacían y acertaban, pasaban a “jinetes”.
A veces, jugábamos a tirarnos piedras con el tirador o con las manos y alguno que otro salía con una “cuquera”. Casi todo eran “disparos”: de flechas lanzadas por rústicos arcos; de granos de panizo con la “pistola” hecha con pinzas; de espigas, de pinochos, de pinocheras –por cierto Antonio “El Macario” me partió una oreja con una de ellas y D. Jesús, el médico, me tuvo que poner dos dolorosas grapas-…Los juegos de espadas tampoco tenían desperdicio.
La alpargata: Una suela de goma de la clásica alpargata azul encontrada en cualquier lugar, nos servía para que uno la lanzase contra otros con bestial interés en que diera lo más fuerte posible. Otra variante era con una correa anudada o con la tapa de un tacón.
El burro: Un jugador sentado en un poyo aguantaba entre sus piernas a un grupo puesto en fila (en una posición un tanto porno ) y a otro grupo le tocaba saltar, claro que se ponía a los que mas saltaban a hacerlo primero. Si los “burros” aguantaban, se cantaba el siguiente sonsonete: ¿Qué es cazuelita o cazolón, tijeritas o punzón?, señalando con la mano el signo. Normalmente no aguantaban el peso, pero si lo hacían y acertaban, pasaban a “jinetes”.
A veces, jugábamos a tirarnos piedras con el tirador o con las manos y alguno que otro salía con una “cuquera”. Casi todo eran “disparos”: de flechas lanzadas por rústicos arcos; de granos de panizo con la “pistola” hecha con pinzas; de espigas, de pinochos, de pinocheras –por cierto Antonio “El Macario” me partió una oreja con una de ellas y D. Jesús, el médico, me tuvo que poner dos dolorosas grapas-…Los juegos de espadas tampoco tenían desperdicio.
(Continuará...)
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