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jueves, 24 de junio de 2010

paseo echegaray y caballero


El Paseo Echegaray y Caballero debe su nombre a dos personajes de finales del S. XIX y principios del XX.

Miguel Echegaray y Eizaguirre

(Quintanar de la Orden –Toledo-, 1848 - Madrid, 1927) Autor teatral español, hermano del célebre José de Echegaray –político y escritor, discutido Premio Nobel de Literatura en 1904-.

Inmerso en la vida política del momento, destacó como notable orador y desempeñó oficios varios en distintos ministerios, con puesto de secretario particular de su hermano José, durante el mandato de éste en los ministerios de Fomento y Hacienda; en las Cortes de 1873, fue elegido diputado. Tras la Restauración, volvió a la creación literaria y, en particular, a la escritura de piezas dramáticas, que se representaron en su mayoría en los teatros Lara y de la Comedia.

Su obra más conocida es “Gigantes y cabezudos” (1898) con temática zaragozana y que, con música de Manuel Fernández Caballero, se convirtió en una zarzuela que obtuvo una gran fama.

Las obras de Miguel de Echegaray revelan a las claras sus fuentes clásicas y el gusto por lo popular, lo burgués y hasta lo callejero; al mismo tiempo, su amplia cultura y dominio de lenguas diversas (entre ellas, el hebreo) lo convirtieron en un autor apreciado por todos y respetado incluso por los profesionales de la lengua española, que lo llevaron a un sillón de la Real Academia de la Lengua el 18 de diciembre de 1913.

Manuel Fernández Caballero

(Murcia, 1835 - Madrid, 1906) Músico y compositor español, autor de numerosas zarzuelas entre las que destacan “Tres madres para una hija”, “El primer día feliz” , “El dúo de la Africana”, “Gigantes y Cabezudos”, “El Sr. Joaquín”, “La Cacharrera”…

En 1891 fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid. Pero el mucho trabajo que sobre él pesaba fue robándole el tiempo que necesitaba para redactar el reglamentario discurso de entrada y unas cataratas en los ojos le fueron nublando la vista, hasta que, una feliz intervención del doctor Mansilla le devolvió en gran parte la vista y finalmente pudo escribir primero, y pronunciar después, el discurso de entrada, que versó sobre Los cantos populares españoles considerados como elemento indispensable para la formación de nuestra nacionalidad musical.

En 1903, el gobierno le concedió la Gran Cruz de Alfonso XII, cuyas insignias le regaló su ciudad natal por suscripción popular.

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