Estoy verdaderamente indignado. Acabo de leer un artículo en el Heraldo sobre la reivindicación del profesorado a la libertad de jornada docente. Es lógico que mis colegas pidan lo que en otras CC.AA. llevamos ya más de 20 años practicando. Pero no es esto lo que me ha puesto de mal humor. Han sido los comentarios que, salvo honrosas excepciones, hacen una serie de personas que, con una demagogia inusitada, se atreven a colgar con sólo poner su nombre de pila. Estos son algunos de los epítetos que sueltan sobre los y las profesionales que educan a sus hijos e hijas: caraduras, vagos, vividores, desidiosos, privilegiados, abusones...Es increible que estos impresentables que, por cierto, no ponen a qué se dedican, se arroguen esta potestad para ponernos a parir de esa manera. No sería de extrañar, tampoco, que sean de los que creen a su hijo o hija de corta edad antes que a alguien que lleva 3o o más en la docencia cuando su vástago ha cometido una tropelía y se le llama la atención por ello. ¿Qué hace la Administración para dignificar el papel de los y las docentes en la sociedad? Poco o muy poco. Campañas etéreas, bla, bla, bla...Mientras tanto, estamos expuestos a tratos vejatorios, insultos, desconsideraciones, ofensas...Así nos va.
Bien, si queréis leer sobre el asunto, eenlazad aquí: