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sábado, 28 de diciembre de 2013

MICRORRELATO

Estaba absolutamente relajado, viendo la televisión casi como un autómata. No le interesaba ni le dejaba de interesar lo que el Ministro de Hacienda estaba diciendo, pero cuando dijo que habría equis millones de euros  de inversión, automáticamente su mente, como en un viaje interestelar, se trasladó cuarenta o cuarenta y un años atrás, justo a una concreta ventana del edificio del colegio donde estudiaba, ventana que daba a una especie de terraza a la que se accedía por un lateral del rellano de la escalera que daba acceso a la puerta oeste del aulario, y en la que su alféizar hacía las veces de mostrador de una papelería donde había que ir a comprar los folios y los cuadernos con los membretes del colegio, obligatorios para exámenes y trabajos.

Esa especie de papelería oficial la atendía un profesor miembro de la congregación religiosa a la que pertenecía el colegio, ya retirado de sus labores docentes, y que era el encargado de atender la venta del material corporativo de uso obligatorio. Era alto, muy alto; delgado, muy delgado, y, siempre, con una boina negra a juego con el color del traje, a modo de permanente recordatorio de su carácter nacional de vasco.

Trasladado en el tiempo, recordó la escena:

-Buenos días, D. Marcelo. ¿Me da, por favor, cinco pesetas de folios?

-Buenos días tenga Vd. pero no se dice cinco pesetas de folios, sino folios por valor de cinco pesetas, así que mañana me trae Vd. escrito trescientas veces la frase “No se dice cinco pesetas de folios sino folios por valor de cinco pesetas”.

Es obvio que el Ministro no estudió en ese colegio.
 
(Este texto es de mi cuñado Ál, podéis seguir sus reflexiones en el enlace del blog -alxerixi-).

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