La irrupción de Podemos ha elevado a la
categoría política de normal lo que es normal en la calle, por parafrasear
aquella afortunada expresión de Suárez. Y es el enfado con los grandes partidos
por desatender la llamada urgente hacia la regeneración. Para algunos hay un
matiz de influencia televisiva, por la presencia del cabeza de lista, Pablo
Iglesias, en numerosas tertulias políticas. Pero quizá lo que deberían hacer
las demás formaciones es reclutar para esa ventana mejores bazas. Los
minoritarios podrían replantearse cómo desaprovechan su virginidad y el espacio
mediático cuando les es concedido. Para los mayoritarios, sirva de ejemplo el
retraso con el que el presidente Rajoy nombró a su número uno. Se intuye que
habría obtenido mejor resultado nombrándolo más tarde, incluso una vez pasadas
las elecciones.
Los socialistas nunca agradecerán lo suficiente
la labor de argamasa que ha realizado Rubalcaba en el momento más bajo de sus
siglas. Pero, obsesionado con proteger el corral de arribistas, no dejó correr
el aire viciado y denso tras un velatorio donde nadie encontraba el muerto.
Igual que en el póquer siempre se dice que si tras las dos primeras manos no
has encontrado al pardillo es que el pardillo eres tú, entre los líderes
socialistas, si tras dos vueltas electorales no han encontrado al cadáver,
sirve la misma observación. La agrupación Podemos no es una operación
antisistema. Cuatro de sus cinco eurodiputados son funcionarios del Estado, de
espíritu transversal que apunta del 15-M a las mareas verdes y blancas, con un
sentido de nación inclusivo, generoso, pero también fuerte y decidido a
defender los valores sociales y su papel entre la rapiña bursátil.
Son muchos quienes interpretan el nombre de
Podemos como extensión del eslogan de Obama. Pero quizá en vez de presente de
indicativo del verbo poder, y su sustantivo derivado, tenga la sonoridad del
imperativo del verbo podar. Una orden para cortar aquello que es dañino y
empobrecedor para que el árbol crezca con vigor. Mirar hacia la corrupción y el
funcionamiento politizado de la Administración y, sobre todo, comprobar la nula
corrección sobre esos aspectos que aplican los partidos con poder tanto local
como nacional, servirá para entender ese imperativo cada vez más escuchado.
(Este artículo es de David Trueba en www.elpais.com).
(Este artículo es de David Trueba en www.elpais.com).
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