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sábado, 26 de julio de 2014

JAPÓN

José María Gironella conocido autor de relatos acerca de nuestra guerra civil escritos desde la óptica del bando vencedor publicó en 1963 ‘El Japón y su duende’, una de las guías más acertadas sobre el País Donde Nace el Sol, la única cultura milenaria ajena a la occidental que ha sobrevivido al predominio de ésta, ocupando el largo archipiélago que rasga el Océano Pacífico desde el Círculo Polar Ártico hasta el Trópico de Cáncer. El libro recoge las experiencias del escritor durante un viaje con su amigo Narciso Yepes que realizaba una gira de conciertos de guitarra por ciudades japonesas. Al autor, de convicciones católicas, le sorprende la casi nula presencia de su religión en un país donde existían misiones desde que en 1613 la embajada Keicho acuerda con Felipe III y el Papa Pablo V la implantación de éstas. Los Señores de la Guerra (Shogun) alertados por las incursiones europeas en Asia deciden pactar la aceptación de misiones siempre que se encomendaran a una sola orden. Desde entonces los jesuitas han ejercido cierta influencia cultural sin conseguir ningún tipo de incidencia en la espiritualidad japonesa. Gironella entiende que esto se debe a que la moral tradicional del pueblo japonés resulta incompatible con el rigor de la doctrina cristiana.
Las costumbres tradicionales de Japón en materia de relaciones sexuales propician una cierta promiscuidad que la moral cristiana rechaza. Una de las manifestaciones de la sexualidad en esta cultura es el llamado Shunga, un estilo erótico que se desarrolla desde finales del siglo XVI hasta nuestra época y que produjo gran fascinación en Europa. Toulouse Lautrec y Picasso entre otros fueron conocidos coleccionistas de esta pintura. En los últimos años se han celebrado exposiciones de este refinado arte en los principales museos europeos, algunos de los cuales mantienen colecciones permanentes. Una pequeña muestra de esta expresión artística puede contemplarse en la bella exposición de José Alberto López y Ángeles Robles, en la Avanzada de Santa Isabel, la isla que en la bocana de La Caleta albergaba una Luz de Navegantes, y atrajo embarcaciones procedentes de las rutas orientales que portaban entre sus riquezas alguna pieza de este tipo de pintura que ahora podemos volver a ver.

JULIO MALO

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