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domingo, 26 de marzo de 2017

EL MOTÍN DE ESQUILACHE (4)

Estalla el motín.

El domingo de Ramos de 1766,  dos embozados se paseaban con capa larga y chambergo en la plazuela de Antón Martín. Varios soldados que montaban guardia no tardaron en preguntarles por qué iban así vestidos. Quedó claro que iban así porque "les daba la gana". Los guardias trataron de detenerles, pero uno de los embozados desenvainó una espada, silbando al mismo tiempo. Al instante, apareció una banda armada y los militares se vieron obligados a huir. Había estallado el motín. Los amotinados entraron al cuartelillo de Inválidos de la Plaza y se apoderaron de sables y fusiles. A continuación, unas dos mil personas remontaron la calle Atocha hacia la Plaza Mayor, insultando al odiado Esquilache. El duque de Medinaceli tuvo la mala suerte de toparse con la multitud, que lo rodeó en el acto, exigiéndole que hiciese llegar al rey una serie de peticiones.
Finalmente, el duque llegó hasta Carlos III, que justamente se encontraba en compañía de Esquilache. El rey estaba tranquilo, convencido de que aquella vociferante multitud de la que le daban noticias no pasaba de ser un grupo de exaltados. Ignoraba, sin duda, que los amotinados estaban destruyendo sin piedad los 5.000 faroles que el ministro de Hacienda había colocado por toda la ciudad.
Los amotinados se dirigieron primero a la mansión de Esquilache (la famosa Casa de las Siete Chimeneas), acuchillaron a un servidor del marqués que intentó impedirles el paso. Echaron algunos muebles por la ventana y saquearon la considerable despensa. Luego  se dirigieron a la casa de Grimaldi. Se limitaron ,a apedrearla y siguieron hacia la mansión de Sabatini. Esa noche, a manera de colofón, un retrato del marqués de Esquilache fue quemado en la plaza Mayor. Curiosamente, en Palacio se pensaba que al día siguiente los furores se habrían aplacado como por arte de magia.
Cuadro atribuido a Goya.

Pero el Lunes Santo, día 24, la situación se agravó. La tropa se vio desbordada por la multitud que, enardecida por la noticia de que Esquilache se encontraba en Palacio, junto al rey, emprendió una decidida marcha para presentar a Carlos III sus reclamaciones. Los amotinados llegaron pronto al Arco de la Armería de Palacio, que estaba defendido por tropas españolas y las odiadas valonas. Hubo disparos y una mujer cayó muerta, lo que enardeció todavía más, si cabe, a los furiosos amotinados.
Finalmente, el padre Yecla (o Cuenca) se destacó en calidad de representante popular y consiguió llegar hasta Carlos III con las peticiones del pueblo. El tono era imperativo. Si el rey no les escuchaba, "treinta mil hombres harán astillas en dos horas el nuevo palacio". Es difícil imaginar el estado de perplejidad que todo esto produjo en Carlos III. He aquí la lista de las exigencias populares:
  1. Que se destierre de los dominios españoles al marqués de Esquilache y a toda su familia.
  2. Que no haya sino ministros españoles en el Gobierno.
  3. Que se extinga la Guardia Valona.
  4. Que bajen los precios de los comestibles.
  5. Que sean suprimidas las Juntas de Abastos.
  6. Que se retiren inmediatamente todas las tropas a sus respectivos cuarteles.
  7. Que sea conservado el uso de la capa larga y el sombrero redondo.
  8. Que Su Majestad se digne salir a la vista de todos para que puedan escuchar por boca suya la palabra de cumplir y satisfacer las peticiones. (Continuará).

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