POBLACIÓN Y COMERCIO
De forma fidedigna, la expansión económica y demográfica vivida por
Aragón durante el siglo XVI generó una mayor demanda de alimentos que introdujo
cambios sustanciales en su producción y comercialización. En primer lugar, destaca la
expansión demográfica y urbana, fruto no sólo del crecimiento natural, sino de la
presencia de fuertes flujos migratorios del Suroeste de Francia desde mediados del siglo
hasta alcanzar su mayor auge entre 1580 y 1635. En segundo término, distintos factores
económicos promueven los intercambios comerciales: la mejora de las comunicaciones,
la consolidación de una burguesía nativa mercantil, el desarrollo de los mercados y las
ferias (destacan las celebradas en Huesca, Barbastro, Daroca y Sariñena, en este último
caso especializadas en el comercio de ganado) y la mayor estabilidad monetaria tras
adoptarse en 1519 y 1528 la ley y peso de Castilla en las piezas de plata y oro acuñadas
en Aragón que facilitó el uso de las monedas castellanas en las transacciones. En respuesta a esta demanda, no sólo se generaron nuevas roturaciones en búsqueda de un
crecimiento extensivo de la producción, sino que se aumentaron y mejoraron los sistemas
de regadío en un claro afán por incrementar la productividad. Como resultado de estas
iniciativas, la producción de cereal creció de forma generalizada, la vid se expandió en
muchas poblaciones y el olivar en zonas de especial aptitud climática como Zaragoza,
el Bajo Aragón y el valle del Matarraña . Según revela el fuerte crecimiento de los
rebaños de la Casa de Ganaderos de Zaragoza, estimado en un 80% entre 1516 y
1599, estimuló los usos pecuarios para incrementar así la cabaña ganadera en el reino.
Vista de la ciudad de Zaragoza de Anton van de Wyngaerden en 1563
Además de abastecerlas de alimentos, el crecimiento de la producción agraria
potenciaba por otras vías la expansión de las ciudades aragonesas, todas salvo Zaragoza
caracterizadas por su modesto tamaño poblacional pero con claras funciones urbanas.
Ricos comerciantes, nobles y clérigos se beneficiaban de forma directa de la recogida
de diezmos, primicias y rentas señoriales pagadas por los campesinos, canalizada hacia
las ciudades por distintos factores. Muchos nobles aragoneses dejaron el campo durante
el siglo XVI para asentarse en Zaragoza, la capital del reino. Un gran número de
clérigos se establecieron en catedrales, parroquias y conventos en el ámbito urbano. La
actividad económica y el poder político asentó a comerciantes y otros profesionales
liberales: abogados, notarios, juristas, médicos… Ciudadanos o infanzones, estos
grupos sociales controlaban el poder municipal, monopolizaban y extraían los mayores
beneficios del comercio de la producción agraria, en especial al crecer las exportaciones
de materias primas como trigo y lana. El mayor consumo de bienes en áreas rurales
generado por el crecimiento de la producción agraria incentivó la expansión de los
talleres artesanales en villas y ciudades y sustentó la consolidación de la industria textil.
Junto a estudiantes que se dirigían a estudiar a las Universidades de Huesca y Zaragoza o escuelas de gramática sitas en otras villas y ciudades, el amplio entorno rural
proporcionaba mano de obra mediante un constante flujo de jóvenes emigrantes, que se
asentaban en el medio urbano para trabajar como aprendices o sirvientes.
Así pues, pese a los Decretos de Nueva Planta que privaron a los aragoneses de sus privilegios forales, se puede considerar que el S.XVI fue una época floreciente, tanto para la economía rural y urbana, como para un aumento demográfico importante, potenciado por ese mejor nivel de vida y la entrada de extranjeros en nuestras tierras.