Como siempre por estas fechas, el pueblo está medio desierto.
Lo normal es no ver a persona alguna por las calles, salvo por la mañana cuando
las mujeres van a las tiendas o al consultorio médico. Otras mujeres van a los
almacenes a trabajar en los ajos y, por tanto, las calles permanecen solitarias
y tristes. Algo tiene que ver, también, que los pocos niños que quedan tienen
clase hasta hoy, miércoles y su bullicio se echa en falta. Por la tarde es,
todavía, más patético. Las numerosas personas que 2017 se llevó, unidas a las
que ya se han ido en lo que llevamos de 2018, han mermado la población en la
localidad de manera significativa. Los amigos bromean diciendo que pronto habrá
en las entradas al pueblo un cartel que diga: “Cerrado por defunción” y hablando con el sr. Alcalde, también comentamos el asunto y el sugirió que el cartel dijese: "Se premia el empadronamiento". . Hay bastantes casas en venta y otras que se van deteriorando poco a poco debido a permanecer cerradas desde hace tiempo. El bar continúa gracias a los vecinos que lo visitan y a las comidas que da a
foráneos y trabajadores eventuales y, esperemos que no suceda como en Bárboles,
el pueblo más próximo camino de Zaragoza, que lleva ya varios meses sin
establecimiento hostelero. La Casa rural atrae a ciertas personas en diferentes
épocas del año, pero estos visitantes no suelen hacerse visibles por las calles
y el bar. La gente de fuera que viene a la farmacia viene a eso, a por sus
medicamentos y nada más. Los chavales que se casan suelen vivir en otras
localidades y, por tanto, la población infantil no aumenta, salvo raras
excepciones. De todas formas, nosotros seguiremos viniendo hasta que nos
respondan las fuerzas pues MJ se siente atraída por él y yo, para qué contaros.
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