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lunes, 18 de junio de 2018

DE NUEVO BLAS DE LEZO

Estos días ha aparecido una noticia en la que dos historiadoras han escrito un libro sobre las mentiras sobre el Teniente General de la Armada D. Blas de Lezo y Olavarrieta. Acabo de leer el artículo que habla sobre ello en "Gente del Puerto" y no he podido menos que reflexionar sobre algunos de los textos que aparecen. En concreto, el que habla de testamento y requerimientos que D. Blas hace a su esposa:
"En esta suerte de testamento -¿qué testamento, si ya él había testado antes de marchar para Cartagena?- requiere a su esposa a abandonar El Puerto de Santa María  porque era una ciudad muy cara.  ¿Cara?, si hasta el Ayuntamiento le había puesto  una toma de agua en su casa de la calle Larga; mantener a tantos hijos (7) y parientes, a su esclavo negro Antonio y al gran número de personas que componían el servicio (entre 10 y 15 según los años), eso sí era caro-. Le proporciona las indicaciones precisas para mudarse a Pasajes con su suegro y sus siete hijos -es raro que no nombre a su esclavo Antonio, al que la familia apreciaba,  y a su hermano Francisco Ignacio  que vivía con ellos- La criollita Dña Josefa Pacheco de Bustos, que entones contaba con 36 años, o no se enteró de estos consejos, o no le hizo caso alguno, pues permaneció en esa  casa de Larga 72, hasta su muerte, acaecida el 30 de junio de 1743, siendo enterrada en el Convento de Santo Domingo con todas las pompas del nivel de Excelentísima Señora -su esclavo había muerto doce días  antes y fue enterrado en la Prioral, pagando la viuda un entierro de personaje relevante-. También le encomienda la educación religiosa de éstos, mientras que a ellos les aconseja casarse con «mujeres españolas, que poseen el don del gobierno y la economía», y con «hombres honrados y que carezcan de los vicios propios de los hombres». Cuando el convento se desamortizó en la época de Mendizábal, sus restos no fueron recogidos por sus hijos y fueron trasladados al cementerio municipal junto a otros de otras personas que también estaban enterradas en Santo Domingo. 
En cuanto al enterramiento de D. Blas -su muerte había acaecido el 7 de septiembre de 1741- es cierto que no se conocía el documento, pero muchos hemos mantenido que, al contraer la peste, fue enterrado al modo frecuente de la época para estos casos -capa de cal, el cuerpo y, encima, de nuevo cal- en en el convento de San Agustín que mencionan las autoras. 
En lo referente al juicio, es posible que lo hubiese perdido, pues Eslava tenía mucho poder y, al fin y al cabo, el ambicioso navarro era el virrey; sin embargo, si tan mal había actuado no se le hubiese concedido el título de Marqués de Ovieco a título póstumo y que ostentó desde entonces su hijo Blas Fernando y descendientes.

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