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viernes, 26 de octubre de 2018

EL HURACÁN DE CÁDIZ DE 1671

Grabado de Cádiz del siglo XVII
Es conocido por mucha gente el terremoto de Lisboa de 1755 y su repercusión en la costa gaditana y más concretamente en la Bahía, pero es menos conocido el huracán que aconteció el 15 de marzo de 1671.
El desastre comenzó a las tres y media de la madrugada del denominado «Domingo de Lázaro», cuando la lluvia y el viento del sur dieron paso a los primeros truenos. Sobre las cuatro, el viento comenzó a rolar a suroeste, escuchándose entonces un estruendo tan grande y unos relámpagos tan disformes que ni los más viejos del lugar recordaban.
El huracán entró por el centro de la ciudad, dejando a sus lados el barrio de Santa María, la zona de San Antonio y San Francisco. El primer estrago lo hizo en el Convento de los Padres Capuchinos, donde se llevó por delante tanto la valla como las canales de plomo. Las paredes de casi todas las celdas (habitaciones) fueron cayendo conforme los religiosos iban saliendo. Uno de ellos, aturdido por el fenómeno, no acertó a salir por la puerta, quedando en pie su estancia mientras las de ambos lados eran arrastradas por el viento. También cayeron la enfermería y la cocina, además de producirse importantes daños en todo el edificio.
Posteriormente, el huracán puso rumbo a la zona por entonces conocida como Los Descalzos, donde, sin embargo, no causó excesivos daños materiales, a pesar de haber afectado a varias casas. Su siguiente destino fue el callejón del Emperador, donde  pareció haber recobrado su devastadora fuerza. En esta zona causó nuevos estragos, cobrándose las primeras víctimas mortales, una madre, su hija y el nieto, mientras otra hija lograba salvarse a pesar de encontrarse todos ellos en una misma cama. En una casa cercana a la anterior, las víctimas fueron el hijo mayor del Alférez Ochoa y su mujer.
En Candelaria derribó por completo el campanario, situado más bajo que los miradores. Al final, la campana acabó en una azotea cercana. De una casa próxima a esta zona y de nueva construcción arrancó hasta siete vigas. El huracán también había dejado huellas de su paso por la calle Compañía, donde igualmente causó importantes daños materiales, al igual que sucedió en la casa de la Cadena, la calle Guanteros o San Francisco, en las que derribó miradores, balcones, ventanas, paredes, gallineros, chimeneas y tapias.
Tampoco se salvó el barrio del Pópulo, donde, según se cuenta, «derribó de encima de la media naranja el globo de bronce, que pesa más de dos quintales, cayendo junto al cuerpo de Guarda». La puerta de la mar y el baluarte de Santa Cruz fueron también lugares de paso antes de que el viento huracanado llegara a la playa, donde casi todos los barcos acabaron con la quilla hacia arriba, estuvieran o no cargados.
El documento cita entre las embarcaciones afectadas a «gabarras, tartanas, bergantines y faetias», además de varias naos que quedaron totalmente destrozados, resaltando que como «cosa bien notable» que en una de ellas «metió la lancha, que estaba en el agua, encima del combes». Fue precisamente entre los miembros de las tripulaciones de estas embarcaciones donde hubo que lamentar más muertes.
Los daños estimados en la ciudad se cifraron en más de quinientos mil ducados y en las embarcaciones, dos millones.

TEXTO JUAN TORRES GARCÍA (con alguna aportación o matización mía)

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