Sí, ya sé que lo conocéis -yo no he estado-. Se trata de Calaceite, unos de los pueblos con más encanto de la provincia de Teruel y, si me apuras de España, según dicen. En catalán se denomina Calaceit. No creais que tiene nada que ver con una cala ni con el aceite. Como supongo sabéis, las palabras catellanas que empezan por Cala- se refieren, por lo general a un castillo y, éste, no podía ser menos; así que, se cree que el topónimo de Calaceite proviene de Qal' a Zeid, (castillo de Zeid, su propietario) y se formó en el entorno de una fortaleza que da nombre a la parte alta del pueblo.
Calaceite tiene un gran legado cultural que data desde la prehistoria con varios yacimientos arqueológicos estudiados por afamado profesionales entre los que se encuentra un calaceitano de renombre como fue Juan Cabré Aguiló que tiene dedicado un museo en la localidad. Calaceite estuvo muy de moda hace unos años entre la intelectualidad nacional e internacional y varios artistas y escritores se ubicaron en sus casas atraídos por la belleza del lugar. Posee muchos monumentos dignos de ver, aunque es el pueblo, en general, una joya arquitectónica de primer nivel.
Mi próximo objetivo, sin duda, sera esta parte del Matarraña, a la que llaman -a mí no me gusta- la Toscana turolense o aragonesa.
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