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viernes, 7 de diciembre de 2018

HISTORIAS DE LA PUTA MILI (3)

Entrada actual a las instalaciones militares

Un día me tocó cocina. Me tiré toda la puta mañana pelando patatas y, por la tarde, peras. Para las patatas ya existían máquinas peladoras, pero nos tenían como pinches para que probásemos lo dura que era la vida. Peor fue el día que nos tocó limpiar las letrinas comunes que estaban apartadas de la compañía y podía usarlas todo el recluterío. El espectáculo fue inenarrable. Un día, se les ocurrió que todo el C.I.R. bajásemos al C.I.R. de Obejo a ver un recital de una actriz de medio pelo que enseñaba lo permitido por aquel entonces y que venía a insuflarnos valor y ánimo para aguanta las duras condiciones del estiaje. Lo peor no fue el bodrio del acto, sino la subida a campo a través hasta el campamento. Cuando llegamos estábamos todos reventados.
Los fines de semana (sábados y domingos) nos dejaban salir del campamento y nos íbamos a Córdoba en un autobús destartalado que transitaba por una carretera llena de curvas y del que salíamos todos medio mareados. Nos alojábamos en las pensiones más cutres del mundo, preparadas para recibir soldados todos los fines de semana.

En Córdoba íbamos a las tabernas más baratas que encontrábamos y que los veteranos nos recomendaban. Bebíamos los clásicos "medios", copas de vino fino de Montilla llenos a rebosar y solíamos ir a comer lechugas con un aliño especial por un bar cerca de los baños árabes y a un sitio llamado "El Picantón" donde todo lo que te ponían te hacía soltar dos lagrimones de lo ardiente que estaba el producto. Después, cuando he ido a Córdoba en otras ocasiones, lo he buscado, pero no lo he encontrado, aunque sé que sigue existiendo -tienen un blog  http://el-picanton.blogspot.com/ En uno de nuestros viajes a la capital, paseando por Gran Capitán, un coleguilla de Santander y yo nos encontramos una billetera.  La abrimos y vimos que era de un "guiri" norteamericano. Llevaba 100$ y estuvimos un rato deliberando qué hacer. Al final, nos quedamos con los 100 dólares y la cartera la metimos en un buzón de correos de esos con forma de león, como los que hay en Zaragoza. No veas como nos vinieron las pelas que, en cuanto pudimos, las cambiamos en un banco. Ese día hubo fiesta especial.

Mañana más.

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