Hoy se cumplen 75 años de la muerte en la cárcel de Alicante del poeta y dramaturgo Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910). Hijo de Miguel, contratante de ganado caprino, y de Concepción, siempre enferma de bronquitis, pasó su niñez y adolescencia por la aireada y luminosa sierra oriolana tras un pequeño hato de cabras. En medio de la naturaleza contempló maravillado sus misterios: la luna y las estrellas, la lluvia, las propiedades de diversas hierbas, los ritos de la fecundación de los animales... Por las tardes ordeñaba las cabras y se dedicaba a repartir la leche por el vecindario. Sólo el breve paréntesis de unos años interrumpe esta vida para asistir a la Escuela del Ave María, anexa al Colegio de Santo Domingo, donde estudia gramática, aritmética, geografía y religión, descollando por su extraordinario talento. En 1925, a los quince años de edad, tiene que abandonar el colegio para volver a conducir cabras por las cercanías de Orihuela.
Devoraba los libros que caían en sus manos de Zorrilla, Gabriel y Galán, Miró, Rubén Darío...creciendo en él el gusanillo de la poesía. Empieza a escribir sencillos versos y participa en tertulias con los hermanos Sijé (Gabriel y Ramón), que le amplían el abanico de lecturas. Lee a los clásicos (Lope, Góngora, Cervantes, Calderón, Garcilaso...) que le aconseja el canónigo Almarcha y también a autores modernos como Machado y Juan Ramón Jiménez. A partir de 1930 publica poemas en periódicos locales y de la capital y se da a conocer.
Al año siguiente, decide trasladarse a Madrid, ávido de fama, pero, a pesar de la ayuda de sus amigos, fracasa y vuelve a Orihuela, aunque ya conoce el gusto de la capital, lo que le inspira su neogongorino "Perito en lunas", muy elogiado por sus paisanos, en especial por Ramón Sijé. Esto le da alas para seguir y decide volver a Madrid en busca de celebridad.
(Continuará)
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