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viernes, 21 de septiembre de 2018

TAL DÍA COMO HOY DE... (1ª parte)

                                 Silla-arcón en la que fue transportado Carlos I  hasta su llegada a Jarandilla


1558,  moría en el Monasterio de Yuste (Cáceres) Carlos de Gante, hijo de Juana de Castilla ("La Loca")  y Felipe de Austria ("El Hermoso"); y nieto de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón.
El Emperador Carlos I de España y V de Alemania, tras las abdicaciones de Bruselas en 1555 a favor de su hijo Felipe (España e Indias) y de 1556 a favor de su hermano Fernando (Imperio), decide volver a España. Muy dolorido por la gota, el 15 de septiembre embarca en Gante, su ciudad natal, a bordo de "La Bertendona", nao capitana de una flota compuesta por 56 navíos. Le acompañan sus hermanas María y Leonor y una comitiva de 150 personalidades. El 28 de septiembre, la flota llegó a Laredo. Recorrieron Castilla con dirección a la comarca cacereña de La Vera y, en un momento del camino, para acortarlo, el "exCésar" fue transportado en una improvisada silla fabricada con un arcón que llevaron a hombros un grupo de fornidos lugareños, a lo largo de tres leguas de intrincados senderos de montaña que quedan a la derecha del pico Almanzor. El 13 de noviembre llegó Carlos a Jarandilla de la Vera, alojándose en el Castillo-Palacio de Oropesa, propiedad del conde Fernando Álvarez de Toledo. Allí estuvo hasta primeros de febrero de 1557, fecha en la que el Habsburgo llega a las dependencias habilitadas al efecto en el Monasterio de Yuste. Su séquito se componía de una cincuentena de servidores de distinta calidad. Su círculo más íntimo estaba integrado por su confidente Luis Méndez de Quijada, su secretario Martín de Gaztelu y su escribiente particular Martín de Soto.


La fila de acompañantes no queda ahí. Junto a todos ellos actúa el cuerpo médico (el doctor Enrique Mathys, cuatro barberos-sangradores y un boticario con su ayudante), un grupo de intelectuales (en realidad sólo Guillermo van Male, ya que el matemático Giovanni Torriano más bien cumple funciones de relojero junto con otros dos expertos en el mismo arte), otros criados especializados (un guardarropas y un guardajoyas, más un cerero, dos lavanderas y tres encargados de la litera, el medio de transporte impuesto a un soberano gotoso), los encargados del orden y la justicia (licenciado, escribano y alguacil), más el confesor de los flamencos. Y, sobre todo, el imprescindible servicio de mesa de un inquilino sumamente dado a la comida y a la bebida: dos cocineros, dos panaderos, un proveedor de agua y vino, un cervecero, un tonelero, un pastelero, un salsero, un frutero, un gallinero, un cazador y un hortelano. Pero no sólo de pan (y ni siquiera de ricas viandas) vive el hombre. Carlos V está rodeado de lujosos muebles, de ricos tapices flamencos, de una pinacoteca bien selecta (incluyendo La Gloria de Tiziano), de los imprescindibles relojes, de escogidos mapas y de una biblioteca de temas tanto piadosos, como profanos.

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