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jueves, 13 de diciembre de 2018

HISTORIAS DE LA PUTA MILI (7)



Un día de diciembre de 1976, me acosté soldado y me levanté cabo. Sin comerlo ni beberlo, sin consulta alguna, a unos cuantos de la cía. nos elevaron el rango y nos tuvimos que poner en la vestimenta y en las gorras la franja roja, distintivo de ese cargo. En realidad, hacíamos lo mismo que de soldado, pero cuando nos tocaba guardia teníamos que estar todo el puto día en la puerta de acceso del cuartel controlando quién salía y entraba y llevando a los soldados a las diferente garitas de guardia -por cierto, había una  que lindaba con el zoo a la que llamábamos "la del león", pues se oía el rugir del rey de la selva como si lo tuvieras allí mismo-. También acompañábamos a los que estaban en el calabozo a su compañía para que se asearan y siempre que llegaba algún oficial o jefe, también teníamos que dirigirnos con él al despacho del comandante u otro jefe. La verdad que de cabo se pelaban menos guardias, algo bueno tenía que tener. De repente, un día de no sé qué mes decidieron que nos teníamos que presentar para cabo 1º. Nos dieron unas cuantas clases y nos llevaron a examinarnos a Sevilla. Nos pusimos de acuerdo para suspender, pues nadie quería asumir ese marrón, excepto uno, que su meta era ser  militar al acabar la mili obligatoria. Nos echaron una pequeña bronca, pues no se esperaban que gente letrada suspendiera un examen así, pero así quedó la cosa. Mientras, la vida cuartelera transcurría plácidamente sin grandes sobresaltos. Salidas a jugar a la guerra con las furgonetas, como ya dije, siempre situados "estratégicamente" para que no fallara la "logística", algo de instrucción, clases teóricas, gimnasia y cantina, mucha cantina.  Había un sargento chusquero que le gustaba que cuando le tocaba de semana nos vistiésemos con el pañuelo en el cuello, guantes, todo perfecto...Era algo metrosexual. Otros, pasaban de ese rollo y les daba igual si llevábamos la gorra capada, con el distintivo deshilachado...Solo la puntualidad era algo que no pasaba nadie.
Los fines de semana salía con una gente de un pueblo de Soria que tenían negocios de alimentación y estanco y hacíamos mucha pala en el frontón de los Marianistas. Por aquel entonces, no había mucho ambiente en Jerez. Era como un pueblo muy grande donde la gente iba varios bares a beber "morenas" (blanco y oloroso juntos) o a tomar café en el "San Francisco" o "Los Leones", cafeterías que eran un punto de encuentro y charla. A veces, como los sorianos tenían coche, íbamos a Sanlúcar o a Lebrija que estaban más ambientadas. El Puerto estaba muerto, con cuatro bares de mala muerte, exceptuando el "Central", "El Faro", "Las Columnas"...

(En las imágenes, cuando era soldado raso y el emblema de cabo).

Continuará.

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