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lunes, 1 de abril de 2013

UN POCO DE HISTORIA


Imposición de la capa corta y el tricornio, litografía de la colección Origen del Motín de Esquilache, autor anónimo.

Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache (ciudad de la Calabria, al sur de Italia) fue ministro de Hacienda y Guerra de Carlos III. De él recibió la orden para  que adoptase las reformas necesarias con objeto de  modernizar España. Aplicó a rajatabla el despotismo ilustrado, lo que le granjeó las iras de la nobleza, la iglesia y la ciudadanía.
A pesar de su buena administración en múltiples de estas  reformas –saneamiento, trazado urbano, lotería, impuestos, aduana, ejército…- es más conocido por el famoso Motín de  Esquilache. Fue una revuelta contra las impopulares imposiciones del ministro italiano sobre la vestimenta que deberían llevar los hombres en cuanto a sombreros y capas. El tradicional sombrero de ala ancha se transformaría en uno de tres picos y la capa que servía para embozarse, en una corta que no llegase al suelo. El motivo de la medida: la seguridad; es decir, evitar usar la vestimenta para ocultar cara y armas. Aunque esta norma –publicada en un bando de 10 de marzo de 1766- es para algunos la causa del motín, la verdadera razón fue la subida del precio del pan.
 Motín de Esquilache, atribuido a Francisco de Goya (ca. 1766, 1767, colección privada, París).

En Zaragoza tuvo una gran repercusión y  fue conocido como «motín de los broqueleros». El 1 de abril aparecieron pasquines en los que se apremiaba al intendente corregidor a bajar el precio del pan en el plazo de ocho días bajo la amenaza de quemar su casa, así como la de los «usureros». Cuando los alguaciles iban publicando un bando del gobernador marqués de Castelar, comenzó «un rumor desapacible» ya en el Mercado, que se fue intensificando por la calle Mayor y acabó en tumulto en la Magdalena. De allí parte una manifestación hacia el palacio del gobernador y se solicita que se ponga el trigo a la tasa y se señalen puestos públicos para que acudan los pobres a comprarlo, así como el abaratamiento del aceite y de las judías. A continuación el pueblo comienza a quemar y a asaltar las casas de comerciantes, acaparadores y especuladores al alza: la del intendente, en el palacio de Fuenclara, las de Luchas Goicoechea, Pedro Pascual y Miguel Losilla, todos ellos comerciantes de altura, en el Mercado, etc.
La posterior represión del motín fue enérgica y cruenta: nueve ahorcados hasta el día 27, en que Carlos III determina no se apliquen más penas de muerte; descuartizamiento, exposición de cabezas en la puerta del Carmen, etc


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