A medida que avanza esta crisis interminable, con mayor claridad se
aprecia el grave quebranto que está infligiendo a los derechos más
elementales de los trabajadores, que tantos años de lucha costó
conquistar. De nada vale que fueran otros quienes provocaron esta
colosal catástrofe económica por tomarse la actividad financiera con la
misma ligereza que si se tratara de un casino. Al final, son los
trabajadores quienes han pagado el pato y la muestra más palmaria es lo
que ocurre en España.
El primer derecho que la crisis ha pisoteado es el propio derecho al
trabajo. Hay seis millones largos de parados que pueden dar fe de ello.
Cuando el castillo de naipes empezó a derrumbarse había algo más de dos
millones y, desde entonces, se han sumado otros cuatro. Sólo durante el
último año, por culpa de la infausta reforma laboral de Rajoy, el número
de personas sin empleo creció en un millón, y las cosas no han mejorado
mucho estos meses, a pesar del favorable efecto estacional.
También va camino de evaporarse el derecho de los trabajadores a un
salario digno, al haberse debilitado su posición ante el elevado riesgo
de acabar en el paro. Para muestra, basta un botón: según datos de la
Agencia Tributaria conocidos ayer, ahora hay siete millones y medio de
contribuyentes con ingresos inferiores a los mil euros mensuales;
400.000 más que en 2008. Eso quiere decir que un 40% del total de los
españoles ya ni siquiera son mileuristas.
Los trabajadores, en fin, van a perder el débil equilibrio que
pretende introducir en las relaciones laborales el derecho a la
negociación colectiva. A día de hoy, hay dos millones de asalariados
cuyos convenios se encuentran en vía muerta porque los empresarios se
niegan a renovarlos, a la espera de que caduquen definitivamente después
de un año, conforme a la nueva normativa que el PP les sirvió en
bandeja durante la tramitación parlamentaria de la reforma laboral.
En definitiva, se está cumpliendo al pie de la letra el pronóstico
que hace años hizo el tristemente célebre presidente de la patronal,
Gerardo Díaz Ferrán, hoy en la cárcel por no sé cuántos delitos
cometidos en la gestión de sus empresas. Dijo que de esta crisis sólo se
saldría si estábamos dispuestos a trabajar más y a ganar menos. Lo
triste es que, visto lo visto, parece que ni aun así salimos.
Vicente Clavero en www.publico.es.
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