Dicho
síndrome se caracteriza por infertilidad, niveles inadecuados de
testosterona, disfunción testicular, hipogenitalismo (genitales
pequeños), ginecomastia (crecimiento de los senos), trastornos
conductuales y aspecto eunucoide (talla alta, extremidades largas,
escaso vello facial y distribución de vello de tipo femenino). Otras
anomalías asociadas son criptorquidia (testículos intraabdominales, no
descendidos a la bolsa escrotal), hipospadias (orificio de la uretra
situado no en la punta, sino entre la base y la punta del pene) y
escoliosis, así como diabetes y bronquitis crónica en la edad adulta.
Carlos II no presentaba algunos de los elementos característicos de la
enfermedad (no tenía ginecomastia ni estatura alta), por lo que se
piensa que su caso podría tratarse de una variante de mosaicismo con
fórmula 46XY/47XXY (es decir, algunas células con cariotipo normal en un
varón, XY, y otras con cariotipo alterado XXY), con talla normal y sin
ginecomastia y sin embargo, siempre con azoospermia (ausencia de
espermatozoides), retraso mental, y a veces lesiones cardiacas y
disfunción tiroidea.
Con el fin de que aquel débil muchacho sobreviviera, fue alimentado por 14 amas de cría distintas, que le amamantaron hasta la edad de 4 años, y no se continuó durante más tiempo porque se consideraba “indecoroso” para un monarca (su padre falleció cuando Carlos contaba 4 años de edad). Sin embargo, no pudo sostenerse en pie hasta los 6 años de edad, debido probablemente a un raquitismo por déficit de vitamina D, agravado también por la falta de luz solar, puesto que prácticamente no se sacó al niño al exterior por temor a los enfriamientos. Se sabe también que distintos padecimientos de origen infeccioso minaron la salud del pequeño monarca: infecciones respiratorias de repetición, sarampión, varicela, rubeola y viruela. Además, padeció epilepsia desde la infancia hasta los 15 años, que posteriormente recurrió al final de su vida. Y, por último, no podemos olvidarnos de un evidente retraso intelectual: Carlos II no aprendió a leer hasta la edad de 10 años y nunca supo escribir correctamente. Padecía ataques de cólera desmesurados y tuvo adicción alimentaria al chocolate (chocoholismo).
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Con el fin de que aquel débil muchacho sobreviviera, fue alimentado por 14 amas de cría distintas, que le amamantaron hasta la edad de 4 años, y no se continuó durante más tiempo porque se consideraba “indecoroso” para un monarca (su padre falleció cuando Carlos contaba 4 años de edad). Sin embargo, no pudo sostenerse en pie hasta los 6 años de edad, debido probablemente a un raquitismo por déficit de vitamina D, agravado también por la falta de luz solar, puesto que prácticamente no se sacó al niño al exterior por temor a los enfriamientos. Se sabe también que distintos padecimientos de origen infeccioso minaron la salud del pequeño monarca: infecciones respiratorias de repetición, sarampión, varicela, rubeola y viruela. Además, padeció epilepsia desde la infancia hasta los 15 años, que posteriormente recurrió al final de su vida. Y, por último, no podemos olvidarnos de un evidente retraso intelectual: Carlos II no aprendió a leer hasta la edad de 10 años y nunca supo escribir correctamente. Padecía ataques de cólera desmesurados y tuvo adicción alimentaria al chocolate (chocoholismo).
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(En las imágenes, Carlos a los 14 y 24 años, pintado por Juan Carreño de Miranda en 1675 y 1685, respectivamente).
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