Caracoles fritos con y sin picante.
Sanví de panceta en la mano de Naza. Al fondo, mi hermano Joaquín.
Merengues, cava y vodka. El Luis Ángel descorcha el cava y la Horten prepara los vasos.
Salí
de El Puerto a las 9:00 a.m. rumbo a Sevilla por la autopista de peaje. Ya
había decidido que iba a seguir por la A-IV. Desde que arreglaron Despeñaperros
es preferible subir a Madrid por esta vía. Poco tráfico –era sábado-. Primera
parada en las cercanías de Andújar (Jaén) –solo unos minutos, lo justo-. La
Mancha –algo aburrida, monótona-.
Segunda parada, Torija (Guadalajara) –gazpacho y entrecó de ternera con
Pepsi ligth-. Tercera parada, Épila. Saludos a la familia y para Bardallur, fin
de etapa. Descarga de equipaje, aseo y salida al bar del Chispa. En el bar se
encontraban mi primo Marín, Manolo, el Arilla y unos cuantos paisanos más,
además de Ana, la camarera desde hace unos años. A las 9:00 p.m. bajada a “La
Güitrera” para cenar. Saludos a los güitres de ambos sexos y a enganchar: ensaladas ilustradas,
caracolicos fritos, ternasquico –pequeño y con excelente sabor-, sanví (o sanvi) de panceta y merengues que trajo
Angelines, la mujer de Marín. Cava
y vodka helada y a casa. Estaba algo cansado.
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