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jueves, 21 de enero de 2016

BUÑUEL Y PARÍS (1)


En 1925, Luis Buñuel decide instalarse en París. La excusa: Ser el secretario de Eugenio D´Ors en su papel de representante de España en un organismo que se iba a crear llamado Societé Internacionale de Coopération Intellectuelle . Al no haberse formado todavía la Institución, Buñuel se adelantó para aclimatarse al país vecino y aprender francés y algo de inglés. Su madre le pagó el viaje y se instaló en el Hôtel Ronceray, próximo al boulevard Montmatre y al passage Jouffroy, precisamente donde él había sido engendrado. Más adelante, cambiaría de hospedaje y se albergaría en un pequeño hotel situado en la rue L´École de Médécine cerca del boulevard Saint Michael.

(Sic) Tres días después de mi llegada, me entero que Unamuno está en París. Un grupo de intelectuales franceses fletaron un barco y fueron a recogerlo a Canarias, donde estaba confinado. Todos los días , él acudía  a una peña que se reunía en La Rotonde. allí se sitúan mis primeros contactos con los que la derecha francesa llamaba despectivamente les  météques, extranjeros que viven en París y ocupan las terrazas de los cafés (...)
Un día tuve que quedarme en la cama con  gripe. Por la noche, a través de la pared de mi cuarto, oía el bombo del cabaret chino. Por la ventana veía un restaurante griego situado enfrente y una bodega. Angulo -un estudiante de pediatría que conocí en La Rotonde, me aconsejó que combatiera la gripe a fuerza de champaña. Yo no me lo hice repetir. Y entonces descubrí una de las causas del desprecio y hasta la aversión que la derecha francesa sentía hacia los metecos. El franco, a consecuencia de no sé qué devaluación, estaba a un cambio bajísimo. Las monedas extranjeras, y especialmente la peseta, permitían a los metecos vivir como príncipes o poco menos. La botella de champaña que luchó victoriosamente contra mi gripe me costó 10 francos: ¡Una sola peseta!
En los autobuses de París había letreros en los que se leía: "No desperdiciéis el pan" -Ne gaspillez pas le pain-. Y nosotros bebíamos Moët Chandon a  peseta la botella.

Una noche ya restablecido, entré solo en el cabaret chino. Una de las animadoras se sentó a mi mesa y se puso a hablar conmigo, como era su obligación. Segundo motivo de asombro para un español en París, aquella mujer se expresaba admirablemente y poseía un sentido de la conversación sutil y natural. Por supuesto, no hablaba de literatura ni de filosofía. Hablaba de vinos, de París y de cosas de la vida diaria, pero con fina naturalidad, sin asomo de afectación ni pedantería. Yo estaba admirado; acababa de descubrir una relación entre el lenguaje y la vida, desconocida para mí(...)

Otros motivos de asombro a los que me he referido a menudo: las parejas se besaban en la calle. Semejante comportamiento abría un abismo entre Francia y España, lo mismo que la posibilidad de que un hombre y una mujer vivieran juntos sin las bendiciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siguen siendo muy buenos. Se deben leer.

Anónimo dijo...



Me ha recordado Le métèque de Georges Moustaki, los LP, las reuniones de amigos donde arreglábamos el mundo entre cigarros.. y los guateques!

Si, totalmente de acuerdo con el anterior comentario.