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viernes, 22 de enero de 2016

BUÑUEL Y PARÍS (2)


(Sic) Por aquel entonces, La Closerie des Lilas no era más que un café al que yo iba casi todos los días. Al lado estaba el Ball Boullier, que frecuentábamos con bastante asiduidad, siempre disfrazados. Una noche yo iba de monja. Era un disfraz excelente, no le faltaba detalle, hasta me había puesto un poco de carmín en los labios y pestañas postizas. Íbamos por el boulevard Montparnasse con unos amigos, entre ellos, Juan Vicens, vestido de fraile, cuando vemos venir hacia nosotros a dos policías. Yo me pongo a temblar bajo mi blanca toca,ya que en España estas bromas se castigan con cinco años de prisión. Pero los dos policías se paran sonrientes y uno me pregunta muy amablemente : -Buenas noches hermana, ¿puedo hacer algo por usted? Orbea, el vicecónsul de España nos acompañaba algunas veces al Ball Boullier. Una noche nos pidió un disfraz y yo me quité el hábito y se lo di. Debajo llevaba, en previsión, un equipo de futbolista(...)

En París aprendí a bailar como es debido. Iba a una academia. Lo bailaba todo, incluso la java, a pesar de mi aversión por el acordeón. Todavía me acuerdo: On fait un´petit belote, et puis voilá...París estaba llena de acordeones.

Seguía gustándome el jazz y aún tocaba el banjo. Tenía por lo menos sesenta discos, cantidad consdirerable en aquellos tiempos. Íbamos a oír jazz al Hôtel Mac-Mahon y a bailar al Château de Madrid, en el Bois de Boulogne. Finalmente, como buen meteco, por la tarde tomaba clases de francés.

Buñuel conoció a la que sería su mujer al poco de estar en París. Jeanne Roucar procedía del norte de Francia e impresionó desde el primer momento a Luis, máxime cuando se enteró que había sido medalla de bronce en gimnasia rítmica en los Juegos Olímpicos de París de 1924; aunque, el día que la conoció, Buñuel y otros dos metecos (Joaquín Peinado y Hernando Viñes) planearon conquistarlas, junto a otras dos muchachas, aplicando un potente afrodisiaco  (clorhidrato de yohimbina) que le había recomendado a Luis un teniente de caballería en Zaragoza. El plan no se llevó a efecto, pues Hernando Viñes se rajó aduciendo que él era católico y que no iba a participar en una canallada como esa.


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