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martes, 26 de enero de 2016

BUÑUEL Y PARÍS (6)


Tristan Tzara (poeta rumano), Paul Éluard (poeta francés), André Breton (poeta francés), Hans Arp (pintor, escultor y poeta francoalemán), Salvador Dalí (pintor, escultor, escenógrafo, escritor...español), Yves Tanguy (pintor franconorteamericano), Max Ernst (pintor alemán nacionalizado francés), René Crevel (poeta francés) y Man Ray (fotógrafo norteamericano).

La imagen de arriba muestra al grupo de surrealistas con el que se movía Buñuel en París. A veces no se llevaban muy bien entre ellos e, incluso, llegaron a echar a Dalí. Breton tenía mucha personalidad  y arrastraba al grupo en muchas ocasiones. Falta alguno de los componentes, como el poeta francés René Char, el también poeta y novelista francés, Louis Aragon y otros cuyos nombres -algunos repetidos- vienen en el pie de foto de la imagen de abajo.

De arriba abajo y de izquierda a derecha: Breton, Ernst, Dalí, Arp, Tanguy, Char, Crével, Éluard, Chirico, Giacometti, Tzara, Picasso, Magritte, Brauner, Péret, Guy Rosey, Miró, Mesens, Hugnet, Man Ray.


(Sic) Breton podía dar una importancia desmesurada a detalles que a otro se le hubieran escapado. Después de que visitara a Trotski en México, le pregunté que impresión había causado el personaje y me contestó:
– Trotski tiene un perro al que quiere mucho. Un día en que el perro estaba a su lado, mirándole, Trotski me dijo: “Este perro tiene mirada humana, ¿verdad?” ¿Se da usted cuenta? No comprendo como un hombre como Trotski pueda decir semejante estupidez. ¡Un perro tiene mirada humana! ¡Un perro tiene mirada de perro!
Y me lo decía indignado. Otro día salió corriendo de su casa para volcar a puntapiés el cajón portátil de un vendedor de biblias ambulante.
Breton odiaba la música, al igual que muchos surrealistas, especialmente, la ópera. Empeñado en sacarle de su error, un día conseguí convencerlo para que me acompañara a la Ópera Cómica, con otros varios miembros del grupo, seguramente, René Char y Éluard. Se representaba Louise de Charpentier, que yo conocía. Nada más levantarse el telón, quedamos desconcertados por el decorado y los personajes. Aquello en nada se parecía a la ópera tradicional que a mí me gustaba. Entra en escena una mujer con una sopera y se pone a cantar el aria de la sopa. Es demasiado. Breton se levanta y se marcha con insolencia, indignado por haber perdido el tiempo. Los demás lo siguen. Yo también.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues..... me parece bastante surrealista lo del aria así que les iba al pelo, no entiendo la indignación, ¡anda que no hacían cosas "peores" ellos!.
CMarin