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lunes, 7 de noviembre de 2016

DON QUIJOTE EN ARAGÓN (10)


En el texto anterior dejamos a Sancho en el juzgado resolviendo casos. Uno de ellos contaba lo siguiente:
Una mujer llega ante el gobernador y le dice que un hombre la ha forzado en mitad de un camino y no la quiere indemnizar. El hombre mantiene que la mujer se le ha ofrecido y que ya le ha pagado lo justo por esos trabajos. Sancho ordena al hombre que le dé una bolsa que lleva llena de dinero, y cuando  la mujer se va, le manda salir detrás de ella para recuperar la bolsa. Al cabo de un rato regresan el hombre y la mujer sólo que ambos unidos a la bolsa, ya que la mujer no  la quiere soltar por nada del mundo. Sancho al ver esto le dice a la mujer que si hubiera puesto tanto empeño en defenderse como lo está poniendo ahora en agarrar la bolsa nadie la habría forzado en el campo. Les manda ir y le devuelve la bolsa de dinero al hombre. 

Mientras tanto, Don Quijote sale al jardín de la casa y Altisidora, que estaba con otra doncella, finge un desmayo para que el hidalgo se fije en ella. Don Quijote, conmovido, dice que por la  noche la velará y cuidará de ella.
Pasado el atardecer, el manchego comienza a cantarle un romance a Altisidora en el cual le dice que él solo está enamorado de una mujer y que sus sentimientos no se van a cambiar por nada ni por nadie. En el jardín estaban las Duques y otras personas del castillo urdiendo una nueva broma que no es otra que la de descolgar desde un corredor cercano a la ventana donde estaba el caballero un saco de gatos con unos pequeños cencerros atados en sus colas y que, al meterse en la habitación, montan un gran escándalo. Don Quijote piensa que la sala estaba llena de encantadores y, puesto que estaba a oscuras debido a que los gatos habían apagado las velas en sus carreras, comienza a dar espadazos contra los gatos diciendo:
 —¡Afuera, malignos encantadores! ¡Afuera, canalla hechiceresca, que yo soy don Quijote de la Mancha, contra quien no valen ni tienen fuerza vuestras malas intenciones!
Los gatos van saliendo de la alcoba, pero uno, acosado, se le tira al rostro y le araña y muerde en la nariz. Empieza a dar gritos de dolor y los duqes suben a ver qué pasa, encontrándose al hidalgo en lid con el gato tratando de quitárselo de encima. El duque va a ayudarle, pero D. Quijote dice:
 —¡No me le quite nadie! ¡Déjenme mano a mano con este demonio, con este hechicero, con este encantador, que yo le daré a entender de mí a él quién es don Quijote de la Mancha!
Sin embargo, no logra desasirse y tiene que intervenir finalmente el duque para quitárselo de la cara.
(Continuará)



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