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domingo, 6 de noviembre de 2016

DON QUIJOTE EN ARAGÓN (9)



Antes de salir para la ínsula, Don Quijote alecciona a Sancho dándole consejos y consejos de su forma de actuar como gobernador, de cómo vestir, qué comer...
Al partir Sancho hacia su ínsula, se despide de todos y se monta en el rucio para comenzar el camino. Con él va el mayordomo, el que había fingido ser la Trifaldi; al verlo Sancho se lo comenta a don Quijote, el cual, al comprobar que lo que Sancho decía era cierto, se queda frustrado y acaba diciendo que eso no puede ser así ya que es una gran contradicción.
A la marcha de Sancho, se queda don Quijote solo y al notarlo, la Duquesa le ofrece un par de doncellas para que le sirvan. Don Quijote las rechaza diciendo que él era un caballero andante y no necesita doncellas de ningún tipo. Cuando don Quijote está a punto de marcharse a la  cama, abre la ventana y ve como una doncella, Altisidora, canta un romance burlesco en el cual declara su amor a don Quijote.
Don Quijote al oír esto le dice a Altisidora que él ya tiene una dama y que por nada del mundo le será infiel. Y mediante varias comparaciones reafirma su amor hacia Dulcinea del Toboso, su dama.
Sancho llega a su ínsula, Barataria y  es recibido con mucho afecto y cariño. Al verle, le llevan a la iglesia y allí le dan las llaves de la ciudad y le admiten como gobernador perpetuo.
Al poco, se desplazan  al juzgado donde comienza a ejercer como gobernador en unos juicios que le presentan los habitantes de la ínsula.
En el primer juicio le sucede lo siguiente: Un señor  le va a pedir a un sastre que le haga una caperuza con un tipo de tela que él le trae, pero como era tan desconfiado y teme que el sastre se quede con un trozo de tela, le dice que le higa las máximas posibles. Al final, el sastre le dice que le puede hacer cinco caperuzas. El problema está en que el sastre ha hecho unas caperuzas diminutas sin hacer  caso a que el hombre quería cinco. Entonces, el sastre le exige al hombre el dinero que se ha ganado haciendo esas caperuzas, mientras que el hombre le exige al sastre el trozo de tela que le ha dado. Sancho, al escuchar el relato, decide que ninguno de los dos tenga lo que pida, ya que ambos han sido muy desconfiados con el otro.
(Continuará).

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