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martes, 11 de julio de 2017

PEQUEÑA RUTA PORTUENSE



Hoy he ido a llevar el coche al chapista para que le arregle un pequeño golpe de hace un tiempo y, a la vuelta, he cogido el bus urbano, el "Circular". Lo he hecho a propósito, pues tenía tiempo y quería dar una vuelta por El Puerto. Me he bajado en la parada del Camino Viejo de Rota y, desde allí, he enfilado por la calle Durango hasta Santa Lucía y San Bartolomé. Son viejas calles del casco antiguo que tienen poco tránsito y, prácticamente, ningún negocio, salvo algún bar de barrio y alguna pequeña tienda de poca monta. Me he cruzado con poquísimas personas -hoy es día de mercadillo y la gente va a la zona de La Puntilla a ver qué pilla, bueno, bonito y barato, de eso "que me lo quitan de la mano". Me he dado cuenta de cómo el centro y esa zona en concreto de El Puerto, se está despoblando y, si me apuras, deteriorando, aunque todavía quedan restos de un pasado glorioso como la casa de la imagen. De allí, he bajado por La Palma con dirección a la calle Los Moros, donde se encuentran las instalaciones de las bodegas Osborne, camino de la Plaza de Toros. Tras tomar un café en el "Avenida", he entrado en la tienda "Toro" a hacer un cambio de un regalo que me hicieron ayer y, por la plaza del Polvorista, he pasado a la Bajamar para coger el autobús a Valdela. Triste al ver el la situación  de la Casa de las Cadenas y de Roque Aguado, en estado totalmente ruinoso, dos emblemáticas casas de cargadores a Indias -en la primera se alojó en un par de ocasiones el rey Felipe V, el primer Borbón, allá por finales de los años veinte del XVIII-. En la Bajamar, paralela al río Guadalete, todavía queda en pie una emblemática taberna, "La Gaviota", un garito de pescadores y gente en paro que se pasa el día jugando al dominó o a las cartas. El bareto es muy atractivo para los turistas que se albergan en el próximo hotel "Santa María". El autobús venía petado de gente que iba para la playa de Valdelagrana y/o venía de "los gitanos", el mercadillo mencionado. Por fin, he podido llegar a mi destino apretado como una sardina en una lata y con recibiendo etéreos vapores emanados de sudorosos cuerpos que transportaban bolsas y sillas playeras por doquier. Una epopeya de ruta.

Por cierto, ¿sabéis qué casa es la de la imagen?

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