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jueves, 13 de julio de 2017

OPINIÓN (by José PETTENGHI)

Tus muertos, mis muertos


Recuerdo el horror de aquella tarde del 13 de julio de 1997. Nadie debe morir así. El asesinato de Miguel Ángel Blanco supuso un punto de inflexión en la lucha contra la violencia. Personas de toda condición se pusieron en pie y unieron sus manos pintadas de blanco para decir no a la barbarie.
Hoy el partido de la derecha recupera a M.A. Blanco y presenta una propuesta para que se ponga una calle al joven concejal de Ermua asesinado. Así, al pronto se me ocurre preguntar por qué no lo hizo cuando gobernaba en Cádiz, Jerez, San Fernando o Chiclana.
Se trata de una estrategia demasiado cantosa para creerse el cándido ropaje con el que se presenta. ¿No querrá recuperar a M.A. Blanco para sus fétidos intereses partidistas, buscando bronca con su ya legendario estilo provocador y pendenciero? Si es así, la propuesta lleva en su vientre el uso bastardo de las víctimas del terrorismo, forzando la discordia entre su adversario político y el electorado: "Si no apoyas mi propuesta dejo caer que no rechazas el terrorismo, incluso que lo apoyas, y de paso desprecias a las víctimas".
Su secretario provincial, Saldaña, afirma que ello es como oponerse "a todo aquello que tenga que ver con España, la unidad nacional, la libertad o la igualdad" (Diario de Cádiz 6/7/2017). Ya ves que completito. Un discurso desprovisto de ética, pues sólo contempla, especulativo, una parte: la suya, la que sólo afecta a sus muertos. Y no hay tus muertos o mis muertos, son los muertos de la sangrienta historia de este desgraciado país. Un poquito de memoria, por favor.
El pleno municipal de Cádiz que debatió la propuesta fue un modelo de cómo convertir el oficio político en una telaraña de trampas y miserias, y de rencores antiguos mojados en el agua podrida del fracaso.
No se pretende enarbolar a M.A. Blanco para la unidad contra la violencia y el terror, no, ha sido la excusa perfecta para acusar al adversario político y convertirlo en enemigo. Y para atizar el fuego de la discordia. Han perdido el tren de la cordura.
Y Miguel Ángel Blanco, y todas las víctimas, se merecen algo más que una calle. Se merecen respeto.

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