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lunes, 20 de noviembre de 2017

LOS REGADÍOS ARAGONESES EN LA ÉPOCA DE LOS AUSTRIAS

El Bocal, lugar del azud de Fontellas con el "Palacio de Carlos I" al fondo.

Durante la Baja Edad Media los regadíos aragoneses habían mejorado  un tanto debido a las nuevas roturaciones de los terrenos abandonados durante los siglos XIV y XV y otros marginales, pero muy lejanos y con poca  producción, lo que generó grandes dificultades. Al aumentar la población  se necesitó un mayor número de alimentos y estos no se producían si no se regaban. Así pues, había que mejotar lo existente, herencia de romanos y musulmanes y aumentar los regadíos y técnicas para poder perfeccionar las acequias y azudes. No hay datos -hasta ahora- de la superficie a la que afectaron estas mejoras, pero sí los lugares que se vieron afectados. Por ejemplo, en La Almunia de Dñª Godina, aprincipios del XVI se mejoró el azud que había en el termino de Ricla en el Jalón y sacó un brazo de la antigua acequia para regar, sobre todo, los montes  blancos -llamados así por estar destinados al cultivo de trigo y obtener harina. Unos años más adelante, una vez terminada la acequia, pudo regar, también, la localidad de Alpartir. Zaragoza, por su parte, pretendió construir una acequia partiendo del término de Gallur, pero fracasó debido a la poca altura del lugar elegido. Pero en 1528, Carlos I, ante la demanda de la ciudad, decidió construir la acequia impeial de Gallur, pero partiendo de la localidad navarra de Fontellas. Las aguas lograron llegar a Pinseque y parte de Garrrapinillos. Situaciones similares se dieron en Barbastro, Caspe y El Burgo de Ebro, aunque no sin grandes imponderables y dificultades de debido, sobre todo,
a la sequía o al estiaje de los ríos.
Uno de los grandes problemas era la financiación de las obras. Si los terrenos eran de señorío, el terrateniente era el encargado de ello, pero los tenentes debían aportarle un cuarto de lo producido, que unido al diezmo pagado a la Iglesia, dejaba al campesinado en una situación un tanto precaria. En las tierras de realengo, los municipios pagaban la construcción, aportando los vecinos una cantidad teniendo en cuenta su volumen de tierra; como, normalmente, no era suficiente, la burguesía fue la encargada de realizar los préstamos precisos. Otra modalidad fue la construcción por un particular que recibía las cargas censales de los regadíos, la llamada alfarda.
No faltaron, tampoco, los litigios entre los pueblos por el uso del agua, frecuentes durante toda esta época.
Por otra parte, hay que desechar que fueron los moriscos los constructores de los regadíos mencionados, fueron cristianos viejos los artífices de las obras hidráulicas, como así demuestran los documentos existentes.

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