Hoy me he levantado temprano (7:15) pues tengo la agenda
repleta de cosas por hacer –algo inusual en un jubileta-. Tras ducharme y
desayunar –siempre tostada con aceite de oliva virgen extra- me he sentado
delante del portátil para leer la prensa, el correo y seleccionar alguna
noticia digna de ser colgada en el blog; pero ¡oh, sorpresa! No hay internet.
He desenchufado todo, reseteado el modem y…nada. ¿Qué grado de desesperación! ¡Qué
impotencia! Es como si un adolescente se queda sin poder “guasatear”. No sé
cuál es la causa, tal vez sea del servidor o de una avería general, pero ya os
digo: es frustrante no poder hacer algo a lo que estás habituado
cotidianamente. Literalmente: estoy enganchado a la gran red. Mi dependencia es
total. Jamás creía que me podría suceder. ¿Qué hago? ¿Leo un libro? ¿Veo la
tele? ¿Me voy a tomar el sol? –aunque hoy hace un día de frío de padre y señor
mío-. Está claro que, al menos, yo estoy pillado por las nuevas tecnologías y
que no puedo pasar sin ellas. En fin, pacienia y a ver si cae el maná de nuevo
y en breve.
(Por fin ha llegado...2 horas después).
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