"Optalidón", una especie de barbitúrico y anfetamina que erradicaba el dolor y te hacía flipar como un drogota habitual -solían utilizarlo mucho las mujeres-. El remedio para las heridas: la mercromina. Cuando te desollabas las rodillas jugando al fútbol en esos campos improvisados y llenos de piedras o en rastrojos, nada mejor que el líquido rojo elemento. Tiritas solo había unas: "Tiritas". El "calmante vitaminado" no podía faltar en el botiquín casero, al igual que "Okal o "cafiaspirina". Contusiones y golpes varios, "el tío del bigote", linimento "Sloan", el reflex de la época. Para las rozaduras, polvos de talco y, para las llagas, clorato potásico, producto que también utilizábamos para hacer "bombas" caseras con azufre y otros ingredientes.
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