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sábado, 15 de diciembre de 2018

ARTÍCULO DE JULIO MALO DE MOLINA EN DIARIO DE CÁDIZ

                                                            PARÍS, PESE A TODO
El 24 de diciembre de 1944, los carros de combate Brunete, Belchite y Teruel entran en París encabezando las tropas aliadas, así se hace efectiva su liberación tras la retirada alemana. Estos tanques tomaban nombre de tres batallas de nuestra guerra civil ya que estaban tripulados por españoles integrados en la Segunda División Blindada Francesa del ejército americano, conocida como División Leclerc. Por la ubicación de cada contingente, correspondía entrar en primer lugar a la División Canadiense, pero por cortesía se dio preferencia a la División Lecrerc; los españoles entraron enarbolando la bandera republicana. Churchill achacaba sarcásticamente a De Gaulle que apenas había franceses, ni entre los combatientes ni en la resistencia, los franceses estaban mayoritariamente con el gobierno colaboracionista del mariscal Petain, y los resistentes eran españoles o judíos. El Salón de Otoño del año de la Liberación, homenajeó a un Picasso comunista, a quien los nazis consideraban uno de los representantes del arte degenerado. Las obras expuestas por Pablo Picasso, realizadas durante la guerra, reflejaban el letargo, mediante el cual el artista malagueño y sus colegas franceses, habían esperado el final de la contienda. Precisamente en estos días, el Museo Reina Sofía con la colaboración de la Comunidad de Madrid, expone “París pese a todo”, muestra que explica la actividad artística desarrollada en la capital francesa tras la Segunda Guerra Mundial, recuperando así una destacada producción mediante la cual restablece su reputación como una de las capitales culturales del mundo.
Durante los años 60, los españoles se sacudían la caspa del franquismo entre las callejuelas del Barrio Latino; en la rue de Seine, la Libraerie Espagnole, era punto obligado de encuentro del turismo cultural y político procedente del sur. Poco después llegaría la explosión de Mayo del 68, desde Madrid se veía el Boulevard Saint Michel en llamas, el encierro de los estudiantes en el teatro Odeón, y sus proclamas en las paredes. Aunque hubo revueltas estudiantiles también en California, Tokio, Alemania o España, tanto como en Italia, Polonia y México, el año 68 significa para la mayoría el mes de Mayo en la ciudad de París.
De nuevo arde París, mediante la revuelta sin líderes que tiene por emblema la prenda fluorescente obligatoria en los automóviles. Todo comenzó como una protesta organizada a través de las redes sociales en contra del alza prevista para enero del precio del carburante, ya se ha convertido en un movimiento cuya lista de reclamaciones no para de crecer. El anuncio de suspender el alza del combustible no ha aplacado los ánimos. Se trata de un movimiento diverso que aglutina personas de izquierda y de derechas, algunos que votaron a Macron para impedir que llegara al poder la ultraderechista Marine Le Pen, o quienes reconocen que votaron a la líder del ex Frente Nacional. El presidente francés busca aplacar a los chalecos amarillos con un “mea culpa” y medidas sociales entre la que destaca una subida del salario mínimo de 100 euros. Hoy el salario mínimo en Francia es de 1.498,47 euros. Los problemas de Macron alarman Europa donde avanzan los caudillos antieuropeos al tiempo que los líderes del histórico proyecto, con Macron a la cabeza, se desmoronan cuando más se les necesita. Lisboa apela a la unidad socialista, que hoy solo cuenta con los gobiernos de España, Portugal, Rumanía y Malta, mientras que por otro lado Estados Unidos coincide con Rusia, que financia a Marine Le Pen, para empujar a que el proyecto europeista descarrile.

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