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viernes, 5 de abril de 2019

CÁDIZ A PRINCIPIOS DEL S. XVII


Tras sufrir el devastador saqueo anglo-holandés (1596), Cádiz comienza el siglo XVII recuperando su anterior actividad comercial portuaria y poniendo los cimientos del que sería su periodo histórico de mayor esplendor, el siglo XVIII.

Su población era variopinta, con marineros de varias nacionalidades, pobres, nobles, esclavos, prostitutas, curas y monjas...Todos ellos expuestos a las continuas epidemias que amenazaban constantemente con entrar el la ciudad donde llegaban las mercancías más exóticas.

Sus gobernantes hacían lo que podían para solventar los estragos del ataue mencionado arriba y con las arcas municipales llenas de telarañas.

El aspecto de la ciudad a comienzos del siglo XVII era patético. El casco urbano, muy limitado, estaba cercado por las murallas. La entrada principal se encontraba en el actual puerto -"la playa"- y daba acceso a la plaza Real, ahora San Juan de Dios.

En cambio, la entrada por la Puerta de Tierra era un lugar tétrico, se llegaba a ella a través del arrecife, un camino polvoriento y lleno de arenales que atascaban las ruedas de los carros y coches y que hacía siglos que había perdido la condición de ser una cuidada calzada romanas de la Bética. Además, los alrededores de esta puerta se habían convertido en un inmenso cementerio donde eran enterrados, al pie mismo de las murallas, los pobres que no podían pagarse una bóveda en alguna iglesia o convento, los reos ajusticiados y los esclavos negros que fallecían desasistidos por sus amos y que sólo recibían sepultura gracias al espíritu cristiano de la hermandad de la Santa Caridad. Aunque todavía había otra categoría inferior de enterramientos, los cadáveres pertenecientes a los esclavos de religión musulmana, los llamados “turcos” o “moros”, eran enterrados directamente en la playa vecina del arrabal de Santa María y compartían tumba en las arenas con los animales de carga que morían tras años de trabajo en el muelle o en las tahonas.

Pasadas las murallas, los confines de la ciudad por la parte todavía no edificada tampoco eran mejores, exceptuando la zona que ocupaba la llamada “viña de Malabar”, en los terrenos propiedad del cerero Juan Peñalba, que lindaba con el convento de los capuchinos. A partir del campo de la Jara y tras la plaza del mismo nombre que se conocería después como San Antonio por levantarse allí la ermita de ese santo, por entonces un lugar baldío con una fuente pública y varias huertas, sólo estaban por el norte los retamales de la Alameda, un lugar escenario de crímenes y de duelos que eran tan habituales entre los espadachines pendencieros que abundaban en la ciudad.

Por el poniente no mejoraba el paisaje, pues esa parte de la ciudad se había convertido en un enorme cementerio a partir de la epidemia que asoló Cádiz en 1648, por cuyo motivo se conocía como barrio del “Campo Santo”, al que tan sólo la caridad pública con sus limosnas había conseguido ponerle una cerca y levantarle una pequeña cruz, y que la falta de suelo había hecho que se ocupara este terreno con huertos sembrados encima de las tumbas de los apestados. Allí se levantaría después con el nuevo Hospital Real, compartiendo barrio con populares establecimientos como la "venta del Negro" y la “venta de la Tinaja”, unas famosas "tafurerías" -garitos-, que sobrevivieron hasta el siglo XIX y que servían de refugio a tahúres y demás personajes de la picaresca gaditana de la época.

El centro de la ciudad también estaba lleno de incomodidades para sus habitantes y visitantes. En la Plaza, a las basuras y olores molestos que proporcionaba su mercado, había que añadir los del cercano matadero situado junto a la ermita de San Roque, que utilizaba el mar cercano para arrojar a él todos los despojos de las matanzas, y cuyos olores molestaban a los fieles de la vecina ermita y a los vecinos de Santa María cuyas casas se levantaban “junto a la muralla y frente al mar del sur”. 

                               
                                              Evolución del urbanismo de Cádiz a finales del siglo XVII

(Información extraída en parte del blog www.alpapelon.blogspot.com del difunto José Mª  Rodríguez Díaz, con el que coincidí un día en el Archivo Municipal de Cádiz y me ayudó en algunos asuntos. Era abogado, pero estaba retirado y se pasaba horas en los archivos para escribir información en su blog. Un verdadero erudito de la historia de Cádiz. D.E.P.



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