La leyenda insiste que, en el año 256, ante la persecución
del emperador romano Valeriano y con el fin de preservar las más valiosas
reliquias, el papa Sixto II entregó el Santo Cáliz en custodia a su diácono San
Lorenzo, encargado de administrar los bienes de la Iglesia. San Lorenzo era
originario de Aragón y para poner a salvo el cáliz lo hizo llevar a Hispania, a
través de un legionario amigo, a donde llegó en el año 258 guardado en Loreto,
en casa de sus familiares de las tierras natales oscenses.
(Colab. JZ).
(Colab. JZ).
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