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sábado, 20 de julio de 2019

LA UNIVERSIDAD ZARAGOZANA ANTE LA SUBLEVACIÓN DEL 36 (1)


Antigua Facultad de Medicina de Zaragoza

Un sector de la población zaragozana  mostró su adhesión al bando insurgente y colaboró con él realizando donaciones, alistándose a las milicias o "vigilando" el nuevo orden establecido.  La adhesión provino de la aristocracia de la región, de la burguesía y de una parte de la clase media del campo y la ciudad; y los valores que sellaron esa alianza de clases o grupos sociales fueron la común práctica del catolicismo y la defensa de la propiedad, desde los grandes terratenientes y empresarios hasta los «propietarios muy pobres» y pequeños comerciantes urbanos, en una clara posición fascista al estilo de la llevada a cabo en Italia  o Alemania. No podemos olvidarnos del incondicional apoyo de la Iglesia católica, ni tampoco de otras instituciones, como por ejemplo, las Universidades de la zona rebelde que colaboraron con material, logística y un adoctrinamiento ideológico y represivo.

Con bastante frecuencia se ha venido diciendo que la intelectualidad española de la época era antifascista, que la mayoría se exilió y que otros, fueron represaliados. Sin embargo, el bando sublevado contó con científicos adeptos antirrepublicanos que, olvidándose de ser custodios del desarrollo y transmisión del saber, pasaron a  encargarse  de la propaganda, instrumento de guerra  y de implantación por la fuerza del nuevo estado totalitario. La Universidad de Salamanca fue un prototipo de todo lo reflejado anteriormente, pero la de Zaragoza no le fue a la zaga.

Edificio de la antigua Universidad zaragozana junto a la Magdalena

"En las primeras horas del 19 de julio de 1936 puse a disposición del General Jefe de la Quinta División todos los elementos universitarios".

Así hablaba Gonzalo Calamita Álvarez, rector de la Universidad de Zaragoza desde 1935, describiendo con esas palabras la decisión que proporcionaría al ejército rebelde en Aragón inestimables recursos de toda índole a lo largo de tres años de guerra.  Muy pronto se produjo la depuración del personal, tarea en la que el mismo Calamita se implicó. La depuración y la represión no tardaron en extenderse a todos los niveles de la enseñanza. Así, a propuesta del mismo rectorado de la Universidad de Zaragoza, la Junta de Defensa Nacional decretó el 19 de agosto de 1936 las nuevas normas que imperarían en las escuelas de primaria, cuya enseñanza debía responder «a las conveniencias nacionales». Por otra parte, la vida académica universitaria desapareció, con las aulas clausuradas hasta septiembre de 1939.

(Las fotos don de www.rafaelcastillejo.com).

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