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viernes, 6 de septiembre de 2019

LA ERMITA DE SAN SEBASTIÁN DE URREA DE JALÓN




Esta edificación religiosa se encuentra en el camino que conduce a Rueda de Jalón, a un km aproximadamente del núcleo urbano de Urrea de Jalón. Inicialmente (principios del S.XVI) fue un cenobio agustino, creado con la pretensión de evangelizar a los numerosos moriscos de la zona, es decir, a los nuevos mudéjares (musulmanes) convertidos. El monasterio se vincula al Condado de Aranda en el primer tercio del XVI debido a la voluntad de Dña. Aldonza de Cardona, descendiente del Almirante de Castilla y esposa del segundo conde D. Miguel Ximénez de Urrea, de ser enterrada en él y de que se le dijesen un número de misas y aniversarios por su alma por valor de 2.000 sueldos jaqueses; además, reforma varias habitaciones y crea otras para el albergue de los monjes. Todo va bien hasta que, en la década de los 40 del XV, la comunidad agustina decide abandonar el monasterio debido a la precariedad en la que viven y al riguroso clima. El conde de Aranda, al comprobar que los religiosos han abandonado a su difunta esposa, entabló un pleito contra la orden agustina en el que hasta el mismo Papa tuvo que intervenir, fallando a favor del noble, por lo que los monjes se vieron  obligados a volver, eso sí, con ciertas prerrogativas para asegurar su permanencia que terminaría sobre el año 1573 cuando los religiosos se trasladan a Épila para integrarse en el monasterio fundado en esa villa.

Los urreanos se desplazan a la ermita el 21 de octubre para bailar ante el santo y el último sábado del mes de mayo, para celebrar San Bartolomé, hay una romería y una comida popular. En una entrada de hace tiempo, comenté que los urreanos bajan a la ermita de San Bartolomé de Turbena (Bardallur), pero un año, los bardalluteros no los esperaron y del cabreo que les entró a los vecinos de Urrea, decidieron celebrar el santo en mayo y no el 24 de agosto como corresponde.



Al lado de la ermita hay un peirón* (a la derecha, en la imagen) catalogado como bien de interés cultural.

Las cruces de término, denominadas peirones en Aragón, son pilares o monolitos construidos en piedra o ladrillo que se localizan en las proximidades de un gran número de pueblos de la comunidad. Tienen una doble funcionalidad: por un lado señalan el inicio o confluencia de caminos, siendo referencia fundamental para identificar lugares, y por otro lado tienen un carácter devocional, santificando el lugar que ocupan. Hasta nuestros días han llegado numerosos ejemplares que se localizan sobre todo en las provincias de Teruel y Zaragoza.

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