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viernes, 8 de enero de 2021

UN SUCESO POCO CONOCIDO

Patio del cuartel donde fueron fusilados lo sublevados

Los efectos de la Revolución rusa se fueron notando poco a poco en Europa y,  España no iba a ser una excepción. Se llevó a cabo una reforma social impulsada por los conflictos entre obreros y empresarios que dieron lugar a numerosas huelgas. Los gobiernos trataron de mediar entre sindicatos y patronos y en 1919 el Conde de Romanones estableció la jornada laboral de 8 horas y Eduardo Dato creó en 1920 el Ministerio de Trabajo.

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Los empresarios, ante tal situación, negaron la propuesta de tratar a sus trabajadores como iguales, y tanto el ejército como la nueva derecha emergente se posicionaron a su favor. Alfonso XIII, muy crítico con el sistema liberal,  empezó a maniobrar para conseguir un partido único en el que apoyarse para gobernar en solitario.

En esta coyuntura, se produjo en Zaragoza  un descabellado intento de sublevación del cuartel de artillería de la calle de Hernán Cortés durante la noche del 8 al 9 de enero de 1920. El suceso adquirió gran resonancia ciudadana y nacional y costó la vida a diez personas. Fue un típico acto individual anarquista concebido por el quiosquero del paseo de la Independencia Ángel Chueca, quien, con el desconocimiento absoluto de los medios sindicalistas de la ciudad, contó únicamente con su voluntad y con el apoyo de media docena de soldados del Regimiento.

Féretro de A. Berges cuando iba a ser enterrado

En el intento murieron el oficial de guardia Anselmo Berges y el sargento de guardia Antonio Antón, así como el propio Ángel Chueca. Tras un juicio sumarísimo fueron fusilados el cabo Nicolás Godoy, hijo del maestro de Moyuela; Paulino Eubegó, soldado protegido del canónigo José Blanco, y los también soldados Valero Máñez, Antonio Peña, Faustino Oliva, José Pelegrín y Pascual Galve.



El Heraldo de Aragón comenzaba su editorial del viernes día 9 afirmando que «los sucesos de esta madrugada fueron obra de cuatro locos...». El semanario El Comunista, en el que colaboraban los hermanos Chueca, aun reconociendo lo desproporcionado del intento, destacaba que «Chueca supo sacrificar su vida por sus ideas».

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