El lenguaje económico siempre es utilizado de forma tramposa y, por
supuesto, ideológica. La bajada de la prima de riesgo, por ejemplo, es
un indicador de la mayor confianza que tienen los mercados –las grandes
empresas y grandes fortunas- en que podrán cobrar los préstamos que
hacen al Estado. Y no es para menos. Los recortes en los servicios
públicos, tales como sanidad o educación, están siendo las fuentes de
las que se obtiene el dinero que vuela hacia los bolsillos de los
acreedores de la deuda. Así las cosas, parece que sólo desde una óptica
muy clasista –de clase alta, concretamente- puede uno celebrar tal
fenómeno económico.
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