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domingo, 24 de enero de 2016

LA REINA

Yo ya no soy bebedor de cerveza, la he sustituido por el vino, pero hubo un tiempo en que era un ferviente consumidor de ella. Recuerdo que, cuando éramos estudiantes, en la zona de San Juan de la Cruz zaragozana jugábamos a ver quién era capaz de beberse, de un trago, una cantidad próxima a un litro -el que te pasaba el cachi y tú lo engullías entero, era el pagador del litro-. También me viene a la memoria lo que hacíamos  en Bardallur; jugábamos a ver quién se bebía antes un botellín de Ámbar o una caña. Ya en el sur, hacíamos excursiones a Gibraltar a echarnos unas pintas, de bitter (amarga), generalmente,  y a comer en un indio. En Inglaterra bebíamos cervezas en los pubs y nos quedábamos alucinados de la cantidad de grifos que tenían y de los timbres que anunciaban que, a partir de la 11 de la noche, ya no se servía más. En Bélgica, tomábamos Duvel -a la derecha, en la imagen-, muy buena, pero con muchos grados, lo que hacía ponernos un tanto cariocos. En Alemania, cuando  me levantaba me iba a dar una vuelta y bebía cervezas tipo pilsen en las cafeterías de los supermercados, como hacían los alemanes. Al medio día tomaba la de trigo de botella, que hay que saber tirarla.  En Francia, la cerveza la bebíamos poco, tomábamos vin rouge, que entonces estaba barato, no como ahora que te cuesta más el vino que la comida -en algunos sitios parisinos una copa puede costar 12 € o más-. En Chequia solíamos tomar jarras de cerveza de grifo, a precio irrisorio por aquel entonces, y alguna que otra Pilsner Urquel o Budweiser original, no la norteamericana. En Italia, recientemente, bebíamos Peroni, la mejor italiana de todas, con diferencia.
La 1925 que se ve en la imagen, a la izquierda, la elabora Alhambra y es de las mejores de España, según dicen. Yo la he tomado alguna vez y está verdaderamente buena, al igual que algunas elaboradas por La Zaragozana.
Si vais por el mundo, llevaos una chuleta como la de abajo:

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