Seguro que muchos de vosotros habréis oído o leído sobre la batalla de Adrianópolis (Turquía, 378 d.n.e.) en la que las legiones del emperador romano Valente I fueron masacradas por un ejército ostrogodo de tervingios y greutundos al mando de Fritigerno, ayudados por jinetes alanos y hunos. El mismo emperador perdió la vida en ella. También sabréis que a Valente, puesto que el Imperio no desapareció, le sucedió como imperator un hispano (de Cauca o Itálica) llamado Teodosio I, conocido como "El Grande" y que fue un exacerbado defensor del catolicismo niceno imponiéndolo como religión oficial y persiguiendo con crueldad a los paganos, influenciado, sin duda, por el obispo Ambrosio, demostrando, así, el poder eclesial sobre el Estado. Este poder de la Iglesia se puso de manifiesto en la excomunión de Teodosio a cuenta de la "Masacre de Tesalónica" y el emperador tuvo que hacer pública penitencia durante meses para poder obtener la eucaristía. Es famosa la frase ambrosiana de "El emperador está en la Iglesia, no por encima de la Iglesia." En el 393 d.C., Teodosio, de nuevo aconsejado por Ambrosio, llegó a prohibir los Juegos Olímpicos por considerarlos paganos.
Teodosio murió el 17 de enero del 395 en Milán. Antes de esa fecha, había repartido el Imperio entre sus ineptos hijos: Al mayor, Arcadio, le dejó el dominio de oriente bajo la protección de un guerrero galo llamado Rufino y a su otro hijo, Honorio, como señor de occidente, bajo la atenta mirada del germánico vándalo, Estilicón, al que Rufino no podía ver ni en pintura. Estos hechos consumaron el cisma entre las partes oriental y occidental del imperio.
(En la imagen, busto de Teodosio en Coca -Valladolid-).
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