La suerte mejoró para los intereses del Gobierno de Valencia durante la
segunda jornada. A las seis de la mañana el fuego artillero sacudió las
cumbres de Cabeza Grande y Cabeza Gatos. Después se sucedieron los ataques
de la infantería y los carros. A mediodía, los defensores nacionales de
Cabeza Grande dieron por perdida la posición e iniciaron el repliegue. La
LXIX Brigada, ayudada por la XXI, conquistó la cima. Los combates
también se recrudecieron en el frente del centro, con intensos bombardeos
sobre la Cruz de la Gallega, Valsaín, La Pradera, el Cerro del Puerco y
el pueblo de La Granja. Los republicanos habían logrado entrar en los
jardines del Palacio y cortaron nuevamente las carreteras que comunicaban
con la retaguardia nacional, pero Varela, consciente de la gravedad del
momento, se trasladó a La Granja, donde asumió el mando de las tropas
cercadas y consiguió evitar la toma completa de San Ildefonso. (El
historiador José Luis Martín Herrero considera que Varela estaba
dispuesto a convertir el Palacio del Real Sitio en un nuevo Alcázar)
. En
palabras de José Antonio Vaca de Osma recogidas por Herrero, el general
«infundió ánimos, movilizó a los heridos leves y al personal auxiliar,
sacó un par de viejas baterías de la Academia de Artillería segoviana,
aceptó la ayuda de vecinos de La Granja armados de escopetas y se las
arregló para rechazar la ofensiva. Franco, que prestó atención a los
planes de Prieto, se negó a distraer unidades del frente del Norte». El
único refuerzo que recibió Varela fue un par de batallones de
legionarios y moros.
(En la imagen, Chalet del Peñalara, donde estaba el Estado Mayor republicano).
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