En el S.XVII, Aragón, fiel a la desastrosa política económica de la monarquía de Felipe III (IV en Castilla), contribuyó con grandes sumas de dinero que sumieron al reino en una pobreza casi absoluta. Si añadimos a esto, la expulsión de los moriscos en 1610, con el consiguiente abandono de las tierras ocupadas por ellos y las aportaciones de todo tipo a la lucha con la secesión secesión catalana (1640-1652) y sus consecuencias para las zonas fronterizas, sobre todo, el campo aragonés sufrió un retroceso de gran envergadura debido a la descapitalización ocasionada por la pérdida de carros y mulos, requisados por el ejército para todo tipo de transportes y las acciones de tierra quemada aplicadas por ambos bandos. La pérdida de las cosechas ocasionaron una gran hambruna, tanto para las personas como para los animales de labranza y, en algunas ocasiones, los campesinos se vieron obligados a venderlos antes de las requisas para poder subsistir. La emigración a las ciudades e, incluso, a otros reinos, fue una constante y, pese a la repoblación y la emigración -insuficiente en ambos casos- muchos campos y regadíos quedaron yermos y abandonados. Los aragoneses, a través de la Diputación y de las villas y lugares elevaron al monarca numerosos memoriales explicando la precaria situación, pero todo fue en vano.
jueves, 23 de noviembre de 2017
LA AGRICULTURA ARAGONESA EN LA ÉPOCA DE LOS AUSTRIAS (1)
En el S.XVII, Aragón, fiel a la desastrosa política económica de la monarquía de Felipe III (IV en Castilla), contribuyó con grandes sumas de dinero que sumieron al reino en una pobreza casi absoluta. Si añadimos a esto, la expulsión de los moriscos en 1610, con el consiguiente abandono de las tierras ocupadas por ellos y las aportaciones de todo tipo a la lucha con la secesión secesión catalana (1640-1652) y sus consecuencias para las zonas fronterizas, sobre todo, el campo aragonés sufrió un retroceso de gran envergadura debido a la descapitalización ocasionada por la pérdida de carros y mulos, requisados por el ejército para todo tipo de transportes y las acciones de tierra quemada aplicadas por ambos bandos. La pérdida de las cosechas ocasionaron una gran hambruna, tanto para las personas como para los animales de labranza y, en algunas ocasiones, los campesinos se vieron obligados a venderlos antes de las requisas para poder subsistir. La emigración a las ciudades e, incluso, a otros reinos, fue una constante y, pese a la repoblación y la emigración -insuficiente en ambos casos- muchos campos y regadíos quedaron yermos y abandonados. Los aragoneses, a través de la Diputación y de las villas y lugares elevaron al monarca numerosos memoriales explicando la precaria situación, pero todo fue en vano.
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