Hubris -hibris para el español- nació, como casi todo, en Grecia.
Esa vanidad desmesurada –que competía con los dioses- acarreaba un
castigo que proporcionaba Némesis, la diosa de la justicia retributiva.
Sin piedad, volvía al descarriado a los límites de su realidad. No se
andaban con bromas. Sus afectados podían llegar a ver cómo un águila se
comía a diario su hígado –regenerado, inmisericordemente, por su
condición de inmortal-. Es el caso de Prometeo, benefactor de la
Humanidad, pero que se extralimitó de sus funciones, invadiendo el
terreno de las deidades; entes, que como ya se sabe, no se caracterizan
por tolerar críticas o sublevaciones. Hubris en sí mismos, son los
únicos con derecho a hacer lo que les plazca. No así los titanes, ni,
mucho menos, los mortales. El cristianismo, en la misma línea, habla de
pecado y opone castigo a la soberbia
Pero hoy, la sociedad hueca y
hedonista ha suprimido la “Némesis”. El castigo de las urnas a lo sumo,
el cese, la pérdida del favor del público en los famosos, como mucho… y
como poco. Ningún águila justiciera pide cuentas. En nuestros días, reina la impunidad.
(En la imagen, Blair, Bush y Aznar en la reunión de las Azores decidiendo la invasión de Irak poseídos por hubris, dueños de la verdad absoluta).
No hay comentarios:
Publicar un comentario