Ál.- me permito reproducir tu microrrelato, espero que no te moleste.
RUIDO EN EL SÓTANO (MICRORRELATO)
Se tomó el último sorbo de la taza de té, la depositó en el fregadero y
fue a ver qué ruido extraño era ese que de vez en cuando se producía en
el sótano. Al menos parecía que el ruido procedía del sótano de la casa.
Antes de terminar el té, mientras lo apuraba con la rapidez que la alta temperatura de la infusión le permitía, llamó en
voz alta, en dos ocasiones, intercalando sus nombres, a cada uno de sus
dos hijos por si fueran ellos los que estaban en el sótano por haber
vuelto antes de tiempo de los entrenamientos del equipo de fútbol al que
pertenecían. Nadie contestó. Llamó, esta vez en voz más alta, como para
asegurarse de que se pudiera escuchar su voz en el sótano, a su
compañero de avatares de la vida, como ella le llamaba. Tampoco hubo
respuesta.
Qué raro, pensó. Parece que hay alguien trasteando y moviendo cosas en
el sótano. Seguro que está con los cascos puestos escuchando la radio y
no se entera. Voy a ir a ver.
Aunque había luz suficiente y en ningún momento, en toda la tarde, se
había sentido sola ni había tomado consciencia de ello, algo en su
interior le hizo que se alertara. Un súbito repeluco le recorrió la
espalda hasta llegar a la nuca y se intranquilizó.
Se dirigió a las escaleras y comenzó a bajarlas, iniciándose una
sinfonía de crujidos de la madera al pisar los escalones que la asustó e
hizo que se parara en seco. Nunca había reparado en lo que, allí, se
amplificaba el sonido de las pisadas. Será el silencio reinante en la
casa – pensó-
Tomó aire y reanudó la bajada al tiempo que comenzaba a llamar a los
niños por sus nombres, hasta que llegó a la puerta de acceso al sótano,
que extrañamente estaba cerrada pues no era costumbre cerrarla.
-El viento. Mira que le tengo dicho a los niños que anclen la puerta para evitar los portazos.
Abrió la puerta, accedió al sótano de amplias dimensiones que se
encontraba suficientemente iluminado a través de las ventanas que
estaban –observó- perfectamente
cerradas y vio que no había nadie, que todo estaba en su sitio, aunque
pudo ver que la mecedora bajo la lámpara de pie estaba en movimiento
como si alguien que estuviera sentado en ella acabara de levantarse
bruscamente.
Quedó paralizada, pero pudo entender que no había nadie en el lugar, lo que la tranquilizó. Se acercó a la mecedora para parar su movimiento y vio que sobre la misma estaba el libro que ella había estado leyendo toda la tarde. Justo en ese momento pudo escuchar muy
nítidamente el crujir de la escalera y su propia voz repetidamente
llamando en voz alta a sus hijos y a su compañero de avatares de la
vida, como ella le llamaba.
1 comentario:
No, no me molesta para nada.-
ál.-
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