Ante esta situación, en un acto de valentía
o de locura, el pequeño pueblo almeriense de Líjar, en la sierra de
Filabres, decidió declarar la guerra a toda la Francia por haber agraviado a su Rey. Para ello convocó un pleno en el ayuntamiento, escribiendo tan sorprendente declaración:
“ Reunidos los señores que al final suscriben en la Sala Capitular y abierta la sesión, el presidente hizo saber que, al
pasar por la ciudad de París el Rey Don Alfonso, el día 29 de diciembre
último, fue insultado, apedreado y cobardemente ofendido por turbas
miserables, pertenecientes a la nación francesa.
Que el más insignificante pueblo de la sierra de los Filabres debe protestar en contra de semejante atentado, y hacer presente,
recordar y publicar que solamente una mujer bieja y achacosa, pero hija
de España, degolló por sí sola a 32 franceses que se albergaron, cuando
la invasión del año ocho, en su casa. Que este solo ejemplo basta y sobra para que sepan los habitantes del territorio francés que el
pueblo de Líjar, compuesto únicamente de 300 hogares y 600 hombres
útiles, está dispuesto a declararle la guerra a toda la Francia,
computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa (…)
Así:
El Ayuntamiento, tomando en
consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unánimemente
DECLARARLE GUERRA a la nación francesa, dirigiendo
comunicación, en forma debida, directamente al Presidente de la
República Francesa, anunciando previamente al gobierno español esta
resolución.”
Evidentemente, ante tan singular
declaración de guerra, Francia hizo caso omiso por lo que nunca hubo
enfrentamiento entre el aguerrido pueblo de Líjar y Francia, si bien,
está declaración de guerra estuvo vigente durante cien años, fue en 1983
cuando el por entonces alcalde de Líjar decidió poner fin a tan
incruenta batalla y firmar la paz.
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