JUANA LA LISTA
Un matrimonio de mediana posición tenía una hija llamada
Juana la Lista.
Cuando tenía ya diez y ocho años, dijo el padre a la madre:
La casaremos.
-Sí –dijo la madre-.¡Ojalá encontráramos alguien
regularmente acomodado que la quiera!
Llegó un día desde muy lejos un tal
Manolito, y pidió su mano: pero con la condición de que Juana fuera tan lista como hermosa.
Manolito, y pidió su mano: pero con la condición de que Juana fuera tan lista como hermosa.
-¡Oh! –dijo el padre-. ¡No tiene un pelo de tonta!
Cuando estaban sentados a la mesa después de comer, dijo la
madre:
-Juana, baja a la cueva y sube vino.
La moza cogió el cántaro y bajó a la cueva; allí puso una
silla delante del cubo para no tener que bajarse y evitar hacerse daño.
En seguida acercó el cántaro con el pie. Mientras dejaba correr
el vino, alzó sus ojos para mirar a la pared y vió un hacha que los albañiles
habían dejado en la pared. Entonces Juanita La
Lista echó a llorar, y dijo:
-¡Si por casualidad mandamos al hijo de la vecina que venga
a la cueva a buscar vino, podría suceder que el hacha le cayera sobre la cabeza
y le matara!
Y sin moverse del sitio, se quedó llorando la posible
desgracia.
Arriba esperaban la bebida, pero Juanita La Lista no subía.
Entonces dijo la madre a la sirvienta:
-Baja a la cueva a ver lo que hace Juana.
Fue la criada y la encontró sentada delante del cubo
llorando y gritando:
-Juana, ¿por qué lloras? –le preguntó.
-¡Ay! –contestó- ¿No he de llorar? ¡Si alguna vez nos ocurre
mandar al hijo de la vecina a buscar vino, el hacha podrá caerle sobre la
cabeza y matarle! Y entonces ¿qué dirá de nosotros la gente maliciosa?
La criada pensó:
-¡Qué Juana tan lista tenemos!
Y sentándose a su lado, empezó también a llorar la
desgracia.
(Continuará).
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