En la Residencia cobró afición a los deportes.
(Sic) Cada mañana, con calzón corto y descalzo, incluso con el suelo cubierto de escarcha, corría por un campo de de entrenamiento de la Caballería de la Guardia Civil. Fundé el equipo de atletismo del colegio, que tomó parte en varios torneos universitarios, y hasta practiqué el boxeo amateur. En total, no disputé más que dos combates. Un lo gané por incomparecencia del contrincante y el otro lo perdí por puntos en cinco asaltos, por falta de combatividad. En realidad, yo no pensaba más que en protegerme la cara.
Cualquier ejercicio me parecía bueno. Hasta escalé la fachada de la Residencia.
Durante toda mi vida -o poco menos- he conservado la musculatura que adquirí entonces, especialmente dura en el abdomen. Hasta llegué a hacer una especie de número de circo: me tumbaba en el suelo y mis amigos me saltaban sobre el vientre. Otra de mis especialidades: echar pulsos. Hasta una edad muy avanzada, he disputado innumerables torneos, en mesas de bar y restaurante.
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