DEL JALÓN A LA PATAGONIA (by B.S.) -Parte 4-

Por la RN 250, después de Luis Beltrán llegamos a Lamarque, Pomona y El Solito. Aquí tomamos la RP 2 de pésimo asfaltado. Tras 95 kms llegamos a San Antonio Oeste donde tomamos la RN 3. Antes de proseguir tomamos un desvío para ir a visitar Las Grutas.

Frente a un azulado mar, Las Grutas y San Antonio Oeste son dos playas o balnearios de la costa Atlántica en la provincia de Río Negro distantes entre sí 15 kms.

Llevábamos divisando 113 kms antes unas montañas a lo lejos. Al fin llegamos a un pueblo llamado, como no podía ser de otra manera, Sierra Grande.

Desde que salimos de San Rafael se nos advirtió que podríamos ver guanacos, zorros, avestruces, armadillos y serpientes a uno y otro lado de la carretera pero parece que a lo largo del enorme tramo ya recorrido dichos animales se habían mantenido en huelga. Fue a partir de San Antonio Oeste cuando comenzamos a ver esporádicamente algún guanaco que había saltado las alambradas. A decir verdad, para estos animales no eran muy altas. Los guanacos es una especie protegida en la zona.

Sierra Grande se ubica a 1250 kms de distancia en su ruta para el Sur. Sus casas se encuentran recostadas contra el lado este de la sierra que las protege de los vientos del sudoeste y a unos 28 km de la costa.
Las montañas que rodean esta zona fueron utilizadas como camino y asiento de los “tehuelches”  tribu esta que habitaba aquella zona antes de la colonización hispana. Debido a las sequías que azotaron la zona, los indígenas se movieron de su asentamiento en el arroyo El Salado hacia el nordeste de Chubut.
Los primeros hombres blancos llegarían a Sierra Grande a finales del siglo XIX provenientes de la zona de Viedma y Carmen de Patagones. Eran pioneros viajeros que buscaban mejores tierras para su ganado ovino.
Un tal Manuel Reynerio Novillo fue quien en 1944 descubrió una veta de hierro allí.
Después de lo que ya llevábamos recorrido, leer que para llegar a Puerto Madryn faltaban  134 kms nos pareció era una cifra irrisoria. Lo que no contábamos era que un fuerte viento patagónico iba a ir azotando la parte delantera de nuestro vehículo y que solamente la pericia de nuestro incansable chófer haría que el viaje transcurriera sin incidentes. 

De vez en cuando nos cruzábamos con algún otro vehículo, generalmente un gran camión con remolque adosado para, según nos dijeron, aprovechar el largo viaje con la mayor carga posible. Por lo demás, la circulación en los mil y pico kilómetros recorridos, salvo en el valle de Río Negro donde el tránsito era mayor, resultó ser muy espaciada. Ello  permitía realizar los adelantamientos divisando una despejada carretera al frente.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Benito, esperando leer el siguiente tramo de tu viaje...muy interesante.