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domingo, 29 de mayo de 2016

HOMENAJE A CERVANTES (26)

Andaba Sancho buscando la cabeza del gigante por todo el suelo, y como no la hallaba, dijo: Ya yo sé que todo lo desta casa es encantamiento; que la otra vez en este mesmo lugar donde ahora me hallo me dieron muchos mojicones y porrazos, sin saber quién me los daba, y nunca pude ver a nadie; y ahora no parece por aquí esta cabeza que vi cortar por mis mesmos ojos, y la sangre corría del cuerpo como de una fuente. ¿Qué sangre ni qué fuente dices, enemigo de Dios y de sus santos?, dijo el ventero. ¿No ves ladrón, que la sangre y la fuente no es otra cosa que estos cueros que aquí están honrados, y el vino tinto que nada en este aposento, que nadando vea yo el alma en los infiernos de quien los horadó? No sé nada, respondió Sancho; sólo sé que vendré a ser tan desdichado, que por no hallar esta cabeza se me ha de deshacer mi condado, como la sal en el agua. Y estaba peor Sancho despierto que su amo durmiendo: tal le tenían las promesas que su amo le había hecho. El ventero se desesperaba de ver la flema del escudero y el maleficio del señor, y juraba que no había de ser como la vez pasada, que se le fueron sin pagar, y que ahora no le habían de valer los privilegios de su caballería para dejar de pagar lo uno y lo otro, aún hasta lo que pudiesen costar las botanas que se habían de echar a los rotos cueros.

Tenía el cura de las manos a Don Quijote, el cual creyendo que había acabado la aventura y que se hallaba delante de la princesa Micomicona, se hincó de rodillas delante del cura, diciendo: Bien puede vuestra grandeza, alta y fermosa señora, vivir de hoy más segura que le pueda hacer mal esta mal nacida criatura; y yo también de hoy más soy quito de la palabra que os di, pues con ayuda del alto Dios, y con el favor de aquella por quien yo vivo y respiro, tan bien le he cumplido. ¿No lo dije yo?, dijo oyendo esto Sancho. Sí, que no estaba yo borracho; mirad si tiene puesto ya en sal mi amo al gigante. "Ciertos son los toros", mi condado está de molde. ¿Quién no había de reir con los disparates de los dos, amo y mozo? Todos reían sino el ventero, que se daba a Satanás; pero en fin, tanto hicieron el barbero, Cardenio y el cura, que con no poco trabajo dieron con Don Quijote en la cama; el cual se quedó dormido con muestras de grandísimo cansancio. Dejáronle dormir, y saliéronse al portal de la venta a consolar a Sancho Panza de no haber hallado la cabeza del gigante; aunque más tuvieron que hacer en aplacar al ventero, que estaba desesperado por la repentina muerte de sus cueros, y la ventera decía en voz y en grito: En mal punto y en mal hora menguada entró en mi casa este caballero andante, que nunca mis ojos le hubieran visto, que tan caro me cuesta. La vez pasada se fue con el costo de una noche de cena, cama, paja y cebada para él y para su escudero, y un rocín y un jumento, diciendo que era caballero aventurero (que mala ventura le dé Dios a él y a cuantos aventureros hay en el mundo), y que por esto no estaba obligado a pagar nada, que asi estaba escrito en los aranceles de la caballería andantesca: y ahora por su respeto vino estotro señor, y me llevó mi cola, y hámela vuelto con más de dos cuartillos de daño, toda pelada, que no puede servir para lo que la quiere mi marido; y por fin y remate de todo, romperme mis cueros y derramarme mi vino, que derramada le vea yo su sangre, pues no se piense, que por los huesos de mi padre, y por el siglo de mi madre, si no me lo han de pagar un cuarto sobre otro, o no me llamaría yo como me llamo, ni sería hija de quien soy.

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