El clima y las migraciones
Paisaje de Groenlandia en la actualidad
En distintos momentos de la historia, hubo cambios climáticos significativos en el planeta. Pero vamos a dejar a un lado las glaciaciones y calentamientos de hace millones de años y nos vamos a centrar en lo que ocurrió hace unos cuantos siglos.
Entre el siglo X el siglo XIV d.n.e. se experimentó un clima extremadamente caluroso en el Atlántico Norte, denominando a este fenómeno como “Óptimo climático medieval”. Este cambio afectó fuertemente a Europa y es aquí donde se realizó la principal investigación sobre el asunto (desde el 700-1200 d. C.), para continuar con la "Pequeña edad de hielo" (desde el 1300-1840 d.n.e.); asignándoles a estos el períodos como el más caluroso y el más frío respectivamente.
Desde el año 700 hasta principios del siglo XIV, Europa vivió un período cálido, con un clima estable, que se conoce como Período Cálido Medieval. Durante este período, los hielos del Atlántico norte retrocedieron, lo que permitió viajes más fáciles a Islandia, el establecimiento de colonias estables en Groenlandia (tierra verde) con Erik "El Rojo" a la cabeza y la expansión de los vikingos hacia el sur de Europa. Hacia el año 1.250, los viajes a Islandia y Groenlandia se hicieron más complicados, conforme los hielos árticos volvían a avanzar.
Sin embargo, este principio del final del período cálido no llegó al continente europeo hasta el año 1.315. Del año 800 al 1.300, la producción agrícola de Europa había aumentado de forma constante. Aunque localmente había habido escasez de alimentos en las que muchas personas murieron de hambre, el nivel de vida en Europa occidental en su conjunto había mejorado, aún a pesar de que la población había aumentado constantemente: a finales del siglo XI, Inglaterra tenía 1,4 millones de habitantes, mientras que a comienzos del XIV, había alcanzado los 5. En lo que hoy es Francia, la población había pasado de 6,2 a 17,6 millones de habitantes.
A principios del siglo XIV, sin embargo, la población había crecido de tal manera que la tierra podía proporcionar los recursos suficientes para su sustento sólo en las mejores condiciones. Ya no había ningún margen para la pérdida de las cosechas o incluso para cosechas deficientes. Al mismo tiempo, sin embargo, el clima de Europa occidental estaba experimentando un ligero cambio, con veranos más fríos y húmedos y con tormentas a principios de otoño. Las condiciones ya no eran óptimas para la agricultura. La sucesión de estos años frescos y húmedos mermaron la producción de cereales y vides y favorecieron la propagación de la Peste Negra que acabó con un tercio de la población europea. La etapa que va desde mediados del S. XVI y principios del XVIII , en el Hemisferio Norte, es considerada como la más gélida de la "Pequeña edad del hielo". En el XIX y, más concretamente en los años cuarenta, se sucedieron una serie de años extraordinariamente lluviosos que, en el caso de Irlanda, tuvieron unas gravísimas consecuencias con la pérdida de todos sus cultivos, lo que produjo la "Gran Hambruna" que ocasionó un millón de menos y el éxodo masivo de irlandeses hacia el Reino Unido y los EE.UU. de América.
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