Tras la capitulación de Zaragoza, el 21 de febrero de 1809, los escasos restos del
ejército aragonés se refugiaron en Tortosa, pasando de allí a Valdealgorfa para
unirse a las fuerzas de Valencia, formando así el nuevo “2º Ejército de Valencia
y Aragón” al mando del general D. Joaquín Blake -malagueño, de origen irlandés-. Blake decidió iniciar una campaña para reconquistar Zaragoza y marchó, primero hacia Alcañiz, donde expulsó a la guarnición imperial y derrotó, días más tarde (23 de mayo), contra pronóstico, a las tropas mandadas por el general galo Louis Gabriel Suchet, lo que unido a otros descalabros en la provincia de Huesca, puso a los imperiales
en una situación gravísima, viéndose forzados a concentrar todas sus fuerzas en
la ciudad de Zaragoza, abandonando todas sus conquistas anteriores, salvo Jaca.
Confiado por estos éxitos, Blake permaneció en Alcañiz reuniendo refuerzos
hasta el 10 de junio –aunque perdía así un tiempo precioso – partiendo ese
mismo día hacia Belchite. De aquí marchó hacia Zaragoza, llegando a María de
Huerva el día 14. Envió a la División Areizaga por los altos de su derecha, hacia
Botorrita, mientras que él, la mañana del 15, avanzó con el grueso de su ejército
por el Camino Real, desplegando sus tropas a la altura de Cadrete; mientras, los franceses de Suchet ya les están ya esperando frente a ellos, entre Cadrete y
el monasterio de Santa Fe.
A lo largo de la mañana, y pese al fuerte aguacero que interrumpió momentáneamente
el combate, se sucedieron pequeños choques y tiroteos sin emplearse a
fondo. Suchet, para frenar un posible avance de Areizaga por Botorrita, esperaba tener asegurada su izquierda con la llegada de la Brigada Habert a los montes
de Torrero. Una vez llegada esta, inició Suchet un ataque a fondo a las 3 de la
tarde, desbordando las líneas españolas, que huyeron en desbandada, dejando en
manos francesas unos 400 prisioneros y casi toda su artillería, así como unos 1.000
muertos, quedando así desbaratada la que habría de ser la única tentativa seria de
recuperar la ciudad, justo al cumplirse el aniversario del primer ataque francés.
Los restos de las fuerzas españolas se reunieron en Belchite, donde días después, librarían otra batalla.
El nombre de María, asociado al de Belchite, está esculpido
en el Arco del Triunfo parisino.
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